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DOCTOR SLEEP (2019)
Director: Mike Flanagan Cinematography: Michael Fimognari
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Doctor Sleep (2019)
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 154. Noche Intranquila
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 154. Noche Intranquila
Charlie y sus nuevas amigas recorrieron una distancia bastante extensa del bosque, antes de que la noche las alcanzara y les imposibilitara seguir avanzando. Esto las orilló a optar por mejor detenerse a descansar hasta que amaneciera. Por supuesto, el cansancio, el hambre, el tener que ir cargando al aún inconsciente Cody, y las heridas sólo a medio curar de forma improvisada, igualmente fueron un factor importante para tomar dicha decisión.
La ruta de escape que Francis les había marcado les resultó útil. En su camino a la puerta del andén no se encontraron con ningún obstáculo, pues en efecto los insectos de Cody se habían encargado de asesinar o ahuyentar a cualquier que podría habérseles opuesto en el camino. Lo más complicado, sin embargo, fue avanzar por el bosque cargando a Cody, y en especial cruzar la barda que rodeaba los terrenos de la base con él. Por suerte en esto último Gorrión Blanco pudo darles una mano, por decirlo de un modo, para facilitar las cosas.
El resto del día había sido básicamente seguir moviéndose, sólo tomando pequeños descansos por unos minutos, y luego continuar. Para ese punto no podían estar seguras de que se hubieran alejado lo suficiente de la base, o de que no hubiera grupos de rastreo peinando la zona en su búsqueda. Pero lo que sí podían asegurar era que si no se detenían a recuperar energías, y armar un plan que no consistiera únicamente en huir despavoridas sin rumbo, entonces no sería necesario que los mercenarios las encontraran para terminar mal.
Se acomodaron en un pequeño terreno despejado flanqueado por altos árboles, en cuyo centro Charlie juntó unas ramas y encendió con sus poderes una pequeña fogata. Lucy le cuestionó si acaso era buena idea encender un fuego que pudiera atraer a sus perseguidores, a lo que Charlie le respondió que para ese punto, estar a oscuras sin poder ver lo que se acercaba entre las sombras no resultaría mucho mejor. Además, conforme se fue haciendo de noche, el clima se fue tornando cada vez más frío, y no era que ninguno tuviera ropa apropiada para pasar la noche a la intemperie; en especial Charlie, que había tenido que dejar atrás la chaqueta que le había quitado a aquella agente del DIC, y ahora iba sin mangas. Un poco de calor les caería bien a todos.
Recostaron a Cody en el suelo a un lado del fuego, sin poder preocuparse mucho por su comodidad de momento. Igual el efecto del sedante parecía aún tan potente que el muchacho no le importó el terreno duro e irregular, y siguió dormido.
Una vez acomodadas y con el fuego encendido, las tres se sentaron a discutir cuál sería su siguiente movimiento. Fue evidente para Charlie desde el inicio que tanto Lucy como la otra muchacha se encontraban bastante perdidas, como animalitos asustados que sólo seguían la corriente. Así que le tocaba a ella de cierta forma tomar el liderazgo de la situación, aunque no le gustara.
Decidir un plan o hacia donde tenían que ir se volvió mucho más complicado. Ninguna tenía un teléfono, GPS o dinero. Charlie ni siquiera estaba del todo segura de en qué parte del país se encontraba, mientras que a Lucy y a Cody les habían quitado todas sus cosas cuando los aprehendieron. Gorrión Blanco tampoco traía nada consigo, salvo la ropa que traía puesta, al igual que todos ellos. La única que podría quizás hacer algo para ubicarlos y marcar un camino a seguir, o al menos contactar a alguien que pudiera ayudarlos, era la rastreadora del grupo. Y aunque Lucy sabía que era cierto, pareció un tanto renuente a la idea, alegando que en su estado físico actual le sería virtualmente imposible hacer mucho. Charlie le tuvo que insistir, algo agresiva para el final, hasta que cedió.
Un poco de malagana, Lucy se sentó en un punto un poco alejada del improvisado campamento, con sus piernas cruzadas y sus ojos cerrados, y les pidió que guardaran silencio. Y… así estuvo por casi una hora, sin siquiera moverse. Y cada vez que Charlie o Gorrión Blanco decían algo, o incluso se movían un poco, ella les lanzaba un escueto sonido de queja, lo que hacía que el ambiente, encima de todo, se volviera un poco incómodo.
Charlie optó por recorrer los alrededores en busca de más ramas, y así no estar sin hacer nada. Con la comida no había mucho que hacer estando a oscuras. Tendrían que aguantarse el hambre hasta la mañana, y quizás entonces Charlie pudiera cazar algo. No era la primera vez en su vida que le tocaba huir y esconderse en el bosque, así que bien o mal había aprendido algunas cosas.
Cuando volvió, cargando varios leños en sus brazos, Lucy seguía en el mismo sitio, y en la misma posición.
—¿Aún nada? —preguntó con tono tranquilo, contrastante con el grito de desesperación que Lucy soltó al instante, agitando además sus manos en el aire con frustración.
—¡Ya dejen de preguntar eso! —espetó la rastreadora, alzando su mirada con fiereza hacia ella.
—Lo siento —masculló Charlie con tono sarcástico, resistiéndose el impulso de responderle que era en realidad la primera vez que lo preguntaba.
Lucy resopló, farfulló algo por lo bajo, y volvió entonces a sentarse derecha y cerrar los ojos. Charlie comenzaba a dudar que en verdad pudiera lograr algo, pero debían al menos intentarlo.
Se aproximó entonces al fuego, frente al cual Gorrión Blanco se encontraba sentada, contemplando éste con expresión pensativa. Se puso de cuclillas y colocó los leños en el piso a su lado. Comenzó a cortar algunos en pedazos más pequeños, y a lanzarlos al fuego.
Su atención se fijó en algún momento en Cody, recostado a un metro de ellas.
—¿Y éste no ha despertado tampoco? —preguntó con ligera sorna en su voz, a lo que Gorrión Blanco respondió negando con la cabeza.
—El sedante es muy potente —le explicó—. Puede que despierte en cualquier momento, o quizás en un par de horas más.
—Sí, yo misma ya he tenido mis experiencias con esa pequeña droga —señaló Charlie, observando pensativo el rostro dormido del muchacho—. Pero al parecer es mucho más efectivo de lo que creía. Si lo que Lucy dice es cierto, incluso dormido deberíamos de poder ver sus pesadillas a nuestro alrededor. Aterrador, ¿no?
Alzó su mirada para mirarla en busca de alguna respuesta o reacción, pero la chica siguió con la mirada perdida en el fuego. La única luz en sus ojos, era la del reflejo de las llamas en ellos.
Charlie suspiró, y pasó su mano por sus cabellos; se sentían sucios y grasientos para ese momento. Luego de terminar de colocar más ramas en la fogata, se aventuró a aproximársele y sentarse a su lado. Ella no se lo impidió, pero tampoco dio muestra alguna de siquiera darse cuenta de que lo hacía. Charlie contempló también el fuego danzante delante de ellas. Hacer eso siempre la había relajado, desde niña.
—¿Y tú cómo estás? —le preguntó con gentileza—. Has estado muy callada, pero… yo no soy quién para criticar eso. ¿Podrías al menos decirme tu nombre? En vista de que estaremos forzadas a ser compañeras de aventura; al menos por un rato.
La chica siguió contemplando el fuego en silencio, y parecía que no estuviera dispuesta a dar una respuesta. Sin embargo, al final contestó con voz apagada:
—Me dicen Gorrión Blanco.
Charlie no pudo evitar soltar una leve risilla divertida. Sí había escuchado que Lucy la llamaba así más temprano, y aquel soldado moribundo también cuando hablaba con ella. Aun así, no pensó que le fuera a dar ella misma esa respuesta.
—Pero ese no es tu nombre real, ¿o sí?
—Me parece que no —respondió la muchacha, sonando de hecho bastante dudosa de ello.
—Bueno, a mí puedes llamarme Roberta. Aunque ya sabes quién soy en realidad, ¿no?
Gorrión Blanco apartó al fin su mirada del fuego y la centró en la mujer a su lado. Sí, sabía muy bien quién era ella; la había reconocido desde que la vio en aquel pasillo. Pero entre toda la conmoción, lo que menos le importaba era cuestionarse qué hacía libre. Y en ese momento el mismo sentimiento ciertamente se mantenía.
—Me enviaron a Los Ángeles para apresarla, junto con el otro chico —indicó Gorrión Blanco con seriedad.
—Así que tú ibas entre ellos —mencionó Charlie, asintiendo—. Supongo que te han dicho muchas cosas sobre mí, ¿no? Que soy un peligro, una terrorista, una asesina… un demonio que quema niños y destruye ciudades.
—Algo así —susurró Gorrión Blanco, mirando de soslayo hacia un costado. El Dir. Sinclair le había dicho algo parecido en su reunión antes de la misión, y había leído un poco más en el expediente. Pero incluso entonces había tenido sus dudas al respecto.
—No tienes que creerme si no quieres, pero la verdad es que no soy el monstruo que te han contado que soy. Y no te voy a cuestionar tampoco sobre cómo fue que Lucas consiguió que alguien como tú se uniera a sus fuerzas, o cuál es tu historia. Pero mientras estemos huyendo juntas, necesitaremos confiar entre nosotras y ayudarnos. ¿Puedo confiar en ti y en que no intentarás nada raro mientras no te veo?
No había hostilidad en sus palabras, o al menos Gorrión Blanco no la percibió como tal. Lo que sí estaba presente, tanto en lo que decía como en la agudeza de su mirada, era una latente advertencia, y una indicación clara de que no estaba bromeando. Aquello no le ofendió. Desde su perspectiva, ella era un soldado más del DIC, que la había aprehendido a ella, y también a los otros dos. Que desconfiaran de ella era más que esperado. Sin embargo, dicho sentimiento no era en una sola vía.
—¿Puedo confiar yo en ustedes y en que tampoco harán lo mismo? —cuestionó Gorrión Blanco con severidad.
—Es una pregunta válida —indicó Charlie asintiendo, y se giró en ese momento de nuevo al fuego—. Supongo que ambas lo descubriremos pronto. No sé qué tanto podamos quedarnos aquí, después de todo.
—¿Cree que más personas hayan podido salir? —inquirió Gorrión Blanco, sonando dolorosamente esperanzada con esa posibilidad.
—No contaría con ello, lo siento —respondió Charlie con pesar, negando con la cabeza. Gorrión Blanco agachó la mirada, abatida—. ¿Tenías algún otro amigo ahí?
La muchacha negó lentamente.
—Sólo el Sgto. Schur y la Dra. Mathews, pero ambos están… —calló de golpe, sin poder terminar su frase. Sentía una rajada en el pecho con tal sólo pensar en ello—. El Dir. Sinclair, el Capt. McCarthy y el Dr. Shepherd fueron también muy amables conmigo. Espero que alguno haya podido salir con vida.
Charlie guardó silencio, reflexiva. No se había detenido mucho a pensar en Lucas, y en cuál podría haber sido su destino tras todo ese desastre. Era un hombre terco, y ella lo sabía bien, por lo que era posible que se las hubiera arreglado para escapar… pero no lo creía muy probable. Aquello ciertamente sería un golpe duro para Eleven y Mike, por no mencionar a la familia del propio Lucas. Aun así, no podía darse el lujo de sentirse mal por ese hombre que la había cazado por tantos años, aunque muchos dirían que fue más una cacería mutua. De una u otra forma estaba predestinado que sólo uno de ellos quedara con vida.
Gorrión Blanco soltó en ese momento un quejido doloroso, quizás demasiado cerca de un sollozo. Cruzó sus brazos sobre sus rodillas, y ocultó su rostro contra estos.
—No entiendo qué fue lo que pasó —masculló como un lamento—. ¿Por qué esos soldados nos traicionaron? ¿Quiénes eran todas esas personas?
—El culpable tiene nombre, niña: Damien Thorn —contestó Charlie de forma tajante. Gorrión Blanco alzó de nuevo su rostro, mirándola con asombro—. Sabes de quién hablo, ¿no? El muchacho que fuiste a Los Ángeles a aprehender. Sin saberlo, tú y tus compañeros trajeron la muerte a su propia casa al llevarlo ahí.
—¿Qué quiere decir? —inquirió Gorrión Blanco, aprensiva—. ¿Él fue responsable de todo esto? ¿Esas personas iban por él?
—Lo apostaría con los ojos cerrados. Tiene a gente muy poderosa y loca sirviéndole, y él por sí solo es demasiado peligroso. Aprendí todo eso por la mala, y de seguro tú también lo viviste en carne propia esa noche en Los Ángeles, ¿no? Le arrojé todo mi poder encima, debería de haberse convertido en carbón, y aun así se levantó y los encaró a ustedes como si nada. Aún no sé cómo es que se las arreglaron para detenerlo.
No había sido fácil, y Gorrión Blanco lo tenía muy presente. A pesar de su lamentable estado, había acabado con varios de sus compañeros de misión, y lo hubiera hecho también con ella si no fuera por el Sgto. Schur. Recordar aquel momento aún le provocaba escalofríos, y una opresión en el pecho que la asfixiaba.
Charlie tomó un par de las ramas más que había traído consigo y las lanzó al fuego. Luego uso una más para picar la madera y acomodarla.
—Lucas debió haberlo eliminado cuando tuvo la oportunidad —soltó de pronto al aire como una queja—. Si su gente no iba a rescatarlo haciendo algo como esto, él mismo con el tiempo hubiera encontrado la forma de convertir esa pequeña base en un infierno…
—¡¿No podrían hacer menos ruido por cinco minutos?! —gritó Lucy de pronto con voz exasperada, girándose hacia ellas con su mirada cubierta de enojo.
Gorrión Blanco respingó un poco asustada por el exabrupto, pero Charlie se mantuvo bastante más firme.
—Cálmate, ¿quieres? Ni siquiera estábamos hablando fuerte, y hemos estado “haciendo menos ruido” por más de una hora.
—¡Agh! —chilló Lucy como respuesta, y se dejó caer de espaldas a la tierra. Se cubrió el rostro con ambas manos, y a Charlie le pareció por un momento que se lo arañaba, pero debió ser sólo imaginaciones suyas—. ¡Esto es inútil! No he comido nada en horas, estoy agotada, me duele cada músculo de mi cuerpo, y no tengo mis tés para relajarme. ¡Es imposible que pueda proyectarme a cualquier sitio o comunicarme con cualquiera en estas condiciones!
—Oh, disculpe usted, majestad —exclamó Charlie con ironía—. ¿No le gustaría además un masaje relajante de nuestro lujoso spa? —añadió extendiendo sus manos hacia el bosque que las rodeaba.
Lucy volvió a chillar, y se giró para recostarse sobre su costado derecho, y abrazarse a sí misma en un ovillo. Charlie consideró por un momento que quizás se había excedido un poco, así que optó por mejor bajarle un poco a su actitud por un momento. Se acercó con cuidado y se sentó a su lado, aunque manteniendo una prudente distancia.
—Oye, relájate y respira, ¿de acuerdo? No tienes que presionarte tanto. No necesito que te proyectes al otro lado del país, sólo que nos des una dirección hacia dónde ir. Dónde haya una ciudad, un poblado, una gasolinera; donde sea que podamos conseguir un teléfono y contactarnos con alguien de la Fundación, o con alguno de mis amigos que pueda echarnos una mano.
—Es fácil decirlo —farfulló Lucy, sonando casi a un puchero—. ¿Cómo quiere que haga eso estando aquí a la mitad de la nada? No es como darle vueltas a un globo terráqueo y picar con el dedo el primer sitio que salga. Si no sé hacia dónde buscar, no tengo una guía o un punto de apoyo, podría estar dando vueltas en todas direcciones sin resultado alguno. Si tan sólo supiera hacia dónde buscar…
—Al sureste —escucharon que Gorrión Blanco pronunciaba de pronto, jalando la atención de ambas. La muchacha había alzado su mirada del fuego, y miraba ahora hacia el cielo—. El sargento dijo que al sureste de la base debía haber una ciudad llamada Chamberlain.
—¿Estás segura? —cuestionó Charlie, dudosa.
—No… pero yo sé que él no me mentiría.
Charlie torció la boca en una mueca de desconfianza. No era una gran pista, pero era mejor que nada, y no era como que ella pudiera dar una mejor.
Se giró entonces hacia Lucy, y con su sola mirada le cuestionó si acaso eso le sería suficiente también a ella. La rastreadora suspiró, resignada.
—Al sureste. Bueno, es algo.
De nuevo a regañadientes, volvió a sentarse, cerrar sus ojos y a concentrarse como hasta hace un momento, con la esperanza de ahora sí obtener un mejor resultado.
Charlie se paró y volvió a lado de Gorrión Blanco, que se había vuelto a centrar en el fuego de la hoguera como si fuera el más interesante programa de televisión.
—Tú y ese soldado eran apegados, ¿verdad? —le preguntó con voz discreta, refiriéndose obviamente a ese chico al que sólo se refería como “sargento”—. Parecía buena persona… Bueno, para ser un soldado del DIC.
—Lo era —respondió Gorrión Blanco con pesar en su voz—. Siempre me apoyó, y yo lo traté muy mal hace poco. Ahora nunca…
Las palabras murieron en su boca.
Arrepentimientos; Charlie también sabía mucho de eso. Aún sin conocer la historia completa de esa chica, podía sentir que había pasado por bastantes cosas para su corta edad. Pero también sabía que toda esa horrible experiencia que acababa de vivir, no sería la última, ni la peor.
En ese sentido, en la teoría ella sería la más apropiada para compartirle algunas palabras de apoyo. Pero salvo por lo que ya le había dicho con anterioridad, Charlie no creía tener nada más para decir que pudiera ayudarla. Y además, para variar, no le caería mal que alguien la animara a ella. Estaba tan cansada, tan harta de todo…
Unos quejidos a su lado pusieron tanto a Charlie como a Gorrión Blanco en alerta. Al girarse en dicha dirección, se dieron cuenta que Cody había comenzado a moverse, a agitarse a un lado y al otro, para de repente abrir sus ojos de golpe, perplejo.
Al parecer Gorrión Blanco tenía razón: podía despertar en cualquier momento.
—Miren quién vuelve de entre los muertos —comentó Charlie con tono jocoso (quizás demasiado). Cody pareció alarmarse, e hizo en ese momento el intento abrupto de sentarse, pero apenas llegó a la mitad de ello antes de precipitarse de nuevo de espaldas al suelo—. Oye, no te apresures, amigo. No creo que estés en condiciones de sentarte siquiera.
Cody se sujetó la cabeza con una mano y apretó sus ojos con fuerza. Debía de estarle doliendo bastante para esos momentos. La herida de su brazo, que igualmente habían vendado lo mejor que pudieron con un pedazo de tela, no tardó en también llamar su atención. Pero todas esas sensaciones incomodas palidecían ante la confusión absoluta que lo invadía.
—¿Dónde…? —susurró con desconfianza—. ¿Quién…?
—Hey, hey, tomate sólo un segundo y respira, ¿sí? —indicó Charlie, alzando una mano en señal de paz hacia él—. Todos estamos del mismo lado, ¿de acuerdo? Escapamos del Nido, y estamos a salvo… más o menos. Tu amiga, Lucy —añadió señalando con un dedo hacia donde la rastreadora estaba sentada—, está por allá intentando encontrarnos un sitio a dónde ir.
Cody volteó a mirar en la dirección que señalaba. Su vista estaba algo nublosa, y la ausencia de sus lentes tampoco ayudaba mucho. Aun así, logró divisar la silueta de Lucy, su espalda iluminada por la luz anaranjada de la fogata. Cerró los ojos de nuevo, y dejó que sus pensamientos y recuerdos tomaran forma en la oscuridad. Uno en especial lo golpeó con fuerza en cuanto tuvo la claridad suficiente, obligándolo a abrir de nuevo sus ojos y a intentar sentarse una vez más.
—¿Lisa…? —susurró despacio con un hilo de voz, pero una ferviente esperanza en los ojos.
Charlie y Gorrión Blanco guardaron silencio, pero fue ésta última la que se animó a decirle algo.
—Lo siento. La Dra. Mathews… ella…
No completó la frase, pero no fue necesario. Esas solas palabras bastaron para que Cody tuviera claro que aquello que flotaba en el mar de su memoria, no había sido una pesadilla ni un error. Lisa estaba muerta… había fallecido en sus brazos, acribillada por esos malditos sin razón alguna. Todo luego de eso estaba oscuro en su mente, pero ese momento lo recordaba bastante claro, aunque hubiera rogado por olvidarlo igual.
Cody volvió a recostarse en la tierra, y llevó sus manos a su rostro, apretándolas con fuerza contra éste, en especial sobre sus ojos. Parecía estar luchando por contener un fuerte ataque de llanto, o quizás incluso un grito.
—No puede ser cierto —susurró con voz desgarradora—. Es mi culpa, de no haber…
—Oye, por supuesto que no es tu culpa —se apresuró a decir Charlie—. Eso habría ocurrido con o sin ti. Esos malditos no iban por ustedes, sino por Thorn. E iban con la intención de matar a cualquiera que se les atravesara en el camino.
Cody retiró rápidamente las manos de su rostro y se giró a mirarla. Sus ojos se veían enrojecidos, presa de los pequeños rastros de lágrimas que amenazaban con escaparse.
—¿Thorn? —inquirió un tanto perplejo.
—Damien Thorn —completó Charlie con dureza—. Ese es el nombre del chico que atacó a Eleven. Y él estaba justo ahí, encerrado en ese mismo lugar.
¿Eleven? ¿Esa mujer conocía a la Sra. Wheeler? ¿Y conocía además de su ataque? Eso no hizo más que acrecentar la confusión en Cody.
—¿Quién es usted? —inquirió con desconfianza—. ¿Cómo sabe todo eso?
Charlie vaciló unos momentos, indecisa sobre cómo responder a esa pregunta. Ignoraba qué tanto les había contado Eleven a los miembros de su Fundación sobre ella. Era claro que la tal Lucy la conocía bien, pero no sabía si sería el mismo caso con ese muchacho. Además de que era obvio que no ese encontraba en el mejor estado mental en esos momentos, así que lo mejor sería llevar las cosas con más calma.
—Ya habrá tiempo para presentarnos cómo se debe… —comenzó a explicarse, pero no logró terminar antes de que se escuchara en alto la voz de Lucy, rompiendo la quietud de la noche.
—¡La encontré! —exclamó el alto con efusividad—. Sí, es una ciudad pequeña, poco poblada, pero ésta por allá —complementó, apuntando con su dedo en la dirección marcada que, según le parecía a Charlie, debía ser el suroeste como Gorrión Blanco había dicho.
—Grandioso —pronunció Charlie con ligero entusiasmo—. ¿Qué tan lejos?
Lucy no dio una respuesta inmediata, y fue rápidamente evidente que en realidad no tenía una.
—No sé… más o menos.
—¿Más o menos qué? —cuestionó Charlie, tajante.
—¡No soy un jodido GPS! Está lejos, quizás un día entero caminando… o algo así.
—¿Un día entero? —exclamó Charlie, incrédula, a lo que Lucy simplemente se encogió de hombros, insegura.
La rastreadora notó en ese momento a Cody, que reposaba en su sitio, pero ya con sus ojos abiertos que la miraban desde su lecho improvisado.
—Ah, hola Cody —le saludó con tono neutro, alzando una mano—. ¿Cómo estás?
—¿Cómo crees? —le respondió el profesor con tono cortante.
—¿No hay nada más cerca? —insistió Charlie, regresando al tema anterior—. ¿Otro poblado?, ¿una granja?, ¿o al menos una gasolinera?
—¿Yo qué sé? —masculló Lucy, irritada—. Les dije que no estoy en mi mejor condición en estos momentos. Es lo mejor que puedo hacer, así que tómenlo o déjenlo.
Charlie soltó una pequeña maldición por lo bajo, que aun así Gorrión Blanco logró escuchar, y su rostro pareció horrorizado por ello. Pasó una mano por su rostro y por su cabello, mientras contemplaba pensativa al fuego. Su mano no tardó en posicionarse en su hombro herido, también pobremente limpiado y vendado, pero que había comenzado a dolerle incluso más durante la última hora. No estaba segura de poder aguantar un día más de caminata, sin algunos analgésicos y antibióticos de por medio.
Pero no podía darse el lujo de mostrarse débil. Esos chicos contaban con que los sacara de esa.
—Bien, descansemos y esperemos a que salga el sol —indicó con resignación—. Y entonces comenzaremos a caminar. Yo haré guardia, ustedes intenten dormir.
—Yo puedo hacerlo —dijo Cody con convicción, haciendo de nuevo el intento de sentarse, y en esta ocasión teniendo mejor suerte—. Ya dormí bastante, y dudo poder hacerlo de nuevo pronto.
—Tus reflejos y tus poderes seguirán un poco atontados por el sedante —le advirtió Charlie—. Mejor tómatelo con calma.
Cody negó tajante con la cabeza.
—Es imposible que vuelva a dormir sin tener pesadillas, así que lo mejor para todos es que me quede despierto.
Todas guardaron silencio, y ninguna parecía tener disposición de contradecirlo. Aunque Charlie y Gorrión Blanco no tuvieran pleno conocimiento de lo que Cody era capaz de hacer, esa demostración que había hecho en el Nido con aquellos insectos había sido suficiente.
—Necesitamos… contactar a alguien… —soltó Cody de pronto, como un vago pensamiento al aire—. Cuando veníamos para acá pasamos cerca de Boston. Quizás Matilda ya volvió a su casa, y pueda auxiliarnos.
Sin que los demás lo notaran, Gorrión Blanco alzó abruptamente su rostro, y sus ojos se abrieron grandes como los de un venado deslumbrado. Lo que aquel hombre había dicho, hizo temblar algo en lo profundo de su ser; algo que no supo identificar la causa, pero la estremeció fuertemente como cualquiera de las visiones que la habían estado invadiendo esos días.
—¿Matilda? —susurró en voz muy baja para sí misma. Ese nombre le resultaba inusualmente conocido, ligado además a “Boston”. Fue una sensación quizás al mismo nivel de la que le provocaba el nombre de “Carrie”; la sensación de que debería reconocerlos con mayor facilidad.
—De eso nos encargaremos una vez que lleguemos a la ciudad —indicó Charlie, ignorante de momento de la reacción de la muchacha a su lado—. Llamaremos a Eleven, y ella nos mandará a alguien.
Lucy y Cody la miraron claramente confundidos.
—¿Eleven? —murmuró Cody, escéptico—. Pero la Sra. Wheeler está en el hospital.
—Ya no más —declaró Charlie, esbozando una media sonrisa—. Si lo que me dijeron es cierto, ya está de pie y causando problemas.
—¿De verdad? —cuestionó Lucy, exaltada.
Charlie achicó los ojos, y miró a ambos con cierta desconfianza. Aún no tendía cómo los miembro de la propia Fundación no sabían que Eleven había despertado pero Lucas sí.
—¿Ustedes no saben nada al respecto? —les preguntó con tono suspicaz.
—Llevamos los últimos días viajando y un poco incomunicados —aclaró Cody—. Pero, ¿en verdad despertó?
—Gracias, gracias —exclamó Lucy con fervor, antes de darle oportunidad a Charlie de responder—. Ahora ella arreglará todo esto… ¿verdad?
—Yo no pondría todos mis huevos sólo en esa canasta —contestó Charlie con cierta negatividad—. Eleven de seguro tiene muchas otras cosas de qué ocuparse. Pero al menos podrá enviarles algo de dinero, o quizás alguien que los recoja y los ponga a salvo.
—¿Y usted? —preguntó Lucy, desconcertada al notar que parecía no haberse tomado en cuenta a sí misma en ese plan.
Charlie no respondió. Agachó su mirada al fuego, y lo contempló en absoluto silencio. Más allá de ponerse a salvo en un lugar concurrido, no había pensado a más adelante. ¿Qué debía de hacer ahora? Se había casi resignado a pasar el resto de sus días encerrada en ese pequeño cubo de plástico, así que ese repentino giro de acontecimiento la ponía en una posición difícil. Había pasado tanto tiempo buscando el Nido, y ahora había presenciado en primera fila su destrucción, y un golpe tan fuerte al DIC del que quizás no volvería a levantarse. Y tras lo ocurrido en ese pent-house, ir de nuevo tras Thorn sonaba a una mala idea. Aunque claro, el dejarlo libre así nomás sin que reciba ningún castigo por sus actos, tampoco le satisfacía.
¿Qué hacer ahora? ¿Hacia donde apuntar su fuego? ¿Cuál debía ser el nuevo mal a vencer? ¿No iba a ser Thorn su “Última Misión”, después de todo? ¿Le tocaba acaso ahora ser sólo Roberta Maders, periodista investigadora, sin más?
«¿Y qué tendría eso de malo?» se dijo a sí misma, intentando convencerse de ello. Quizás eso pudiera ser lo mejor…
—Disculpen —murmuró de pronto Gorrión Blanco rompiendo el silencio, y llamando la atención de los demás, incluida Charlie—. Hace rato mencionaron a alguien llamada… ¿Matilda?
—Matilda Honey —contestó Cody, asintiendo—. Es parte de nuestra organización, y una buena amiga.
—Y una telequinética muy poderosa —añadió Lucy con un peculiar orgullo en su voz—. Como tú, aunque de seguro ella es mejor.
—Lucy —masculló Cody con tono de reprimenda.
—¿Qué? ¿Crees que a estas alturas sirve de algo ocultar cosas?
En otro momento Cody quizás le hubiera debatido más al respecto, pero era claro que el cansancio físico y mental que lo agobiaba en esos momentos lo superaba todo.
Lisa estaba muerta. Con esa realidad haciéndose cada vez más tangible en su mente, todo lo demás comenzaba a carecer de sentido.
—Matilda Honey… —susurró Gorrión Blanco en voz baja, y aquel nombre completo pronunciado en sus labios no hizo más que aumentar aún más la extraña sensación de hace rato.
—¿La conoces? —preguntó Charlie con curiosidad.
Gorrión Blanco vaciló unos segundos, pero luego negó rápidamente con la cabeza.
—No… No creo —respondió sin más, y se volvió a quedar en silencio, contemplando la fogata.
Sabía bien que su respuesta no parecía muy convincente, pero igual los demás al parecer prefirieron dejarlo hasta ahí. Gorrión Blanco lo agradeció, pues no sabía bien qué diría si seguían insistiéndole. Pero aunque no tuviera claro quién era esa persona, sí estaba convencida de que no era la primera vez que escuchaba su nombre.
— — — —
A varios kilómetros de ahí, en una dirección totalmente diferente a la que Charlie y los demás habían tomado, otro tipo diferente de campamento tenía lugar. Una mujer de rostro pálido y cabellos oscuros desalineados, se encontraba sentada en una silla plegable, afuera del camper estacionado en un claro del bosque. Delante de ella se encontraba un calentador eléctrico, conectado a la fuente del vehículo, y sobre su cabeza se había extendido un toldo del que colgaba también una bombilla que la alumbraba en la noche. Estaba envuelta en una cálida frazada azul que le cubría todo su delgado cuerpo, a excepción de la cabeza.
Su compañera salió en ese momento del camper con una taza humeante de café en las manos, pero se detuvo unos momentos en su sitio, observándola con ligera consternación desde su posición. Annie la Mandiles miraba ensimismada hacia el calentador, pero Mabel sabía que en realidad no miraba nada en especial. Para esos momentos, Annie se encontraba mucho más lucida, pero era claro para la Doncella que seguía bastante sumergida en ese letargo. Al menos ya era capaz de hablar, y eso la aliviaba.
Mabel se aproximó con paso más seguro hacia ella, y se sentó en la silla a su lado. Annie se giró lentamente hacia un lado, posó sus ojos en su hermana del Nudo, y parpadeó dos veces, con la misma lentitud con la que había girado su cuello. Mabel pensó por un momento que diría algo, pero sólo se quedó ahí mirándola. Así que en su lugar, Mabel le sonrió con gentileza, y le extendió la taza que traía consigo.
—Te preparé un poco de café —le dijo—. Te calentará más rápido.
Mabel había percibido que el cuerpo de su hermana se enfriaba conforme pasaba el tiempo; un efecto secundario de lo que fuera que le estuvieran haciendo en ese sitio, seguramente. Por ello en cuanto estuvieron a una distancia segura y pudieron estacionarse, no tardó en arroparla y ponerle el calentador mientras descansaban.
Annie bajó su mirada hacia la taza, y la contempló un rato como si no fuera incapaz de reconocer qué era aquel objeto con exactitud, o qué se suponía que debía hacer con él. Al final, sus delgadas manos se asomaron de debajo de la frazada, y tomó con cuidado la taza entre sus dedos. Sin siquiera molestarse en soplarle, acercó la orilla de la taza a sus labios, y le dio un largo sorbo. Si acaso ese acto le provocó algún tipo de quemadura en la lengua, su rostro no lo demostró en lo absoluto.
—¿Qué tal? —preguntó Mabel con entusiasmo—. ¿Te sientes mejor?
—El café no me sabe a nada —respondió Annie con voz apagada—. Ya nada tiene sabor para mí. Ni siquiera puedo sentir el calor en mis dedos —añadió, mientras recorrió los dedos de una mano sobre la parte exterior de la taza—. Es como si estuviera totalmente vacía por dentro…
Mabel tuvo que ahogar un pequeño quejido doloroso tras escuchar aquello. Le lastimaba profundamente verla en ese estado.
—Tranquila, te pondrás bien —masculló despacio, al tiempo que la rodeaba con delicadeza con sus brazos, y apoyaba la cabeza de ella contra su hombro—. Volverás a ser tú misma en cuanto te consiga un poco de vapor.
Annie no respondió nada, o siquiera dio seña de haberla escuchado. Permaneció quieta, con su cabeza contra el hombro de su amiga, y la taza de café entre sus manos.
Tras un par de minutos de silencio, Annie volvió a hablar:
—¿Dónde está James? ¿Y Hugo y Marty?
Mabel se sobresaltó al escuchar esa pregunta. Entre tantas cosas ocurriendo, no se había detenido a pensar en que ella no tendría cómo saber de lo ocurrido a sus demás compañeros, en especial lo de James.
Suspiró con pesadez, y apoyó su cabeza contra la de su hermana.
—Los tres murieron —le respondió sin muchos rodeos—. James murió protegiéndome hace poco. Marty fue consumido por la enfermedad, y Hugo fue asesinado por un maldito paleto que… —Calló de golpe, optando de momento por no entrar en tantos detalles—. Hay mucho que debo contarte. Pero por mucho tiempo pensé que tú igual habías muerto juntos con Doug y Phil.
—Lo hubiera preferido —soltó Annie de forma cortante—. O incluso mejor haber muerto mucho antes con Rose y mis demás hermanos.
—Sé cómo te sientes —susurró Mabel con aspereza. Aquel era un sentimiento con el que ella ciertamente se podía sentir identificada.
Tras un rato más en la misma posición, Annie pareció tener la suficiente entereza para sentarse derecha, y volver beber de su café, poco a poco. Los verdaderos como ellas no necesitaban consumir ninguna de esas comidas o bebidas de paletos, pero igual solían hacerlo por mero gusto. Mabel recordaba que Annie le gustaba tomar un café bien cargado cada mañana, así que esperaba que eso le trajera un poco de familiaridad.
—Annie, ¿qué fue lo que te pasó? —preguntó la Doncella con cautela—. Ese día, cuando volvimos al campamento, parecía haber sucedido una horrible lucha. Encontramos las ropas de Doug y Phil, los vehículos dañados, y los cilindros perforados.
Annie permaneció en silencio, sólo concentrada en su taza. Conforme pasaron los segundos, Mabel creyó que no la había escuchado, y estaba por rendirse y dejarla sola. Pero antes de levantarse de su silla, Annie habló de nuevo, con asombrosa más claridad y firmeza que antes:
—Nos emboscaron, esos soldados en sus vehículos negros. No sé cómo nos encontraron, pero no atacaron, mataron a Doug y a Phil, y creí que me matarían a mí también. Pero en lugar de eso, me apresaron, me llevaron a ese horrible sitio, y estuvieron experimentando conmigo por… Ni siquiera sé cuánto tiempo pasó.
—Meses —respondió Mabel con seriedad—. Casi un año… ¿Dices que experimentaron contigo? ¿Qué clase de experimentos?
Annie negó con la cabeza, frenética.
—No lo sé… Me tenían apresada y aislada en ese tubo. Me sacaban sangre regularmente, y sólo lograban mantenerme con vida, inyectándome… esa cosa.
Alzó en ese momento con debilidad una de sus manos, y apuntó con un dedo hacia un lado. Mabel se giró en la dirección que señalaba, y no tardó en visualizar la caja transportadora que habían traído consigo; la caja que transportaba los químicos que habían sacado de aquella sala.
Mabel se paró y se acercó presurosa a la caja. La tomó, y volvió con ella a su silla. La colocó sobre sus piernas y la abrió. En aquel refrigerador había varios tipos de recipientes, cada uno etiquetado con un color y nombre distinto. A Mabel le habían indicado que tomara todo lo que pudiera, así que trajo un poco de cada cosa. Fue sacando uno de cada uno para enseñárselo a Annie, hasta que ésta asintió, indicándole que ese era al que se refería.
Mabel tomó el frasco y leyó la etiqueta: “Lote 9-X”.
—¿Qué es esto exactamente? —preguntó Mabel, curiosa.
—No lo sé —masculló Annie con voz apagada—. Es algún químico que ellos fabricaban, pero de alguna forma nuestro cuerpo lo procesa muy parecido al vapor. Me mantenía viva, y mantuvo también la enfermedad a raya todo este tiempo.
—¿Lo dices en serio? —exclamó Mabel atónita, y volvió a fijar su atención en el recipiente. El contenido era un líquido transparente, sólo un poco más espeso que el agua, pero por lo demás no parecía ser nada extraordinario—. ¿Estás diciendo que esto es como algún tipo de vapor sintético? Eso es increíble… Algo como esto podría ser la solución a nuestros problemas. Si pudiéramos fabricarlo, ya no tendríamos que seguir cazando para sobrevivir…
—No —espetó Annie con fuerza de pronto, tomando un poco por sorpresa a Mabel, pues la intensidad de su voz al hacerlo había sido mayor a cualquier otra cosa que hubiera dicho ese día—. No es cómo crees, Doncella. Esa cosa no es más que un horrible veneno. Cada dosis me mantenía viva, pero me mataba un poco por dentro. Y mientras más me daban, menos efecto surtía, más la necesitaba, y más me desgastaba. Hasta convertirme en este remedo de ser vivo que soy ahora…
Mabel guardó silencio unos instantes. Sólo bastaba con ver el estado casi cadavérico al que había caído, para así no poner en duda que lo que decía era cierto. Volvió entonces a poner de nuevo el frasco en su sitio en la caja, con tanto cuidado como si temiera que pudiera explotar si no lo manejaba de esa forma.
—¿Por qué te hacían todo eso? —cuestionó Mabel, irritada—. ¿Sólo para mantenerte con vida? ¿O qué era lo que buscaban?
—No lo sé… —repitió Annie—. O no del todo, al menos. Por lo que entendí, dicen que cuando nuestros cuerpos sintetizan el vapor, lo convierten en una sustancia, que es lo que nos da la fuerza y nos mantiene vivos. Y ellos querían justo esa sustancia para crear… esa otra cosa.
Annie extendió una mano hacia la caja aún abierta, y colocó un dedo sobre la parte superior de uno de los frascos. Mabel lo tomó y lo alzó para ver la etiqueta a la luz de la bombilla sobre ellas.
—VPX-01 —leyó en voz baja—. ��Y esto qué es?
—Tampoco lo sé. Pero me tenían encerrada, manteniéndome sólo consciente y con vida apenas lo suficiente para poder ordeñarme como una vulgar vaca, y así fabricar esa cosa. Y ni siquiera sé para qué…
Conforme fue hablando, un dejo de desesperación y furia se fue asomando entre sus palabras, culminando en un agudo sollozo. Y aunque en el pasado Annie nunca había tenido problemas para llorar, incluso cuando no lo sintiera, en esa ocasión sus ojos fueron incapaces de producir ni una sola lágrima.
—Ya, tranquila —susurró Mabel, volviéndola a abrazar, aunque con un poco más de firmeza que antes—. Ya estamos juntas; estás a salvo. Ahora todo estará bien.
—No, Doncella, no… —exclamó Annie contra su pecho, sonando verdaderamente desesperada—. Nada estará bien… Nunca más…
Mabel no dijo nada. Sólo recorrió lentamente su mano por la espala de su hermana, intentando reconfortarla lo mejor posible. Aunque intentó mantener la calma para no alterarla de más, por dentro una furia casi incontrolable comenzaba a hacer ebullición.
En cuanto Annie se calmó, pareció quedarse dormida en su asiento. Mabel le retiró la taza de las manos, y se dirigió rápidamente hacia el interior del camper. Si quería respuestas, sólo había una persona al alcance de su mano que podría dárselas.
Russel se encontraba en una posición bastante menos cómoda. Las consideraciones se habían acabado en el momento en el que cruzaron la barda y llegaron al camper. Mabel lo ató firmemente de muñecas y tobillos, y le tapó la boca con cinta. Lo tiró en el piso del vehículo, y ahí había tenido que ir durante toda la huida. No sabía qué haría con él en el momento que tuvieran que tomar las carreteras, pero ya pensaría en algo.
Al ingresar al interior del vehículo, lo encontró justo en donde lo había dejado: tirado el piso y amarrado, aunque en ese momento se encontraba a parecer plácidamente dormido. O quizás “plácidamente” no era la mejor descripción. De seguro simplemente el cansancio del día se sobreponía a la incómoda posición, y había caído rendido. Mabel no podía culparlo por eso… pero tampoco le importaba una mierda.
—¡Despierta! —pronunció con fuerza, lanzándole sin miramiento una fuerte patada en el abdomen.
El golpe despertó a Russel al instante, y de no haber tenido la boca tapada, de seguro habría gritado o gemido de dolor. En su lugar sólo se retorció en el suelo, intentando respirar lo mejor que su nariz le permitía. Mabel lo tomó de un brazo, y lo jaló con brusquedad para sentarlo. Tomó la cinta de su boca y la arrancó de un jalón; eso sí que provocó que Russel gritara.
—Cállate —le amenazó Mabel. El hombre la miró, desconcertado por el dolor, y también por el abrupto despertar.
—¿Ahora qué quieres? —susurró entre pequeños sollozos—. He hecho todo lo que has querido, maldita sea…
—¡Qué te calles! —insistió Mabel con mayor agresividad. Lo tomó entonces de su cara con una mano obligándolo a mirarla directamente—. Lo único que quiero oír salir de tu boca son respuestas, ¿entendido? ¿Qué son esos malditos químicos? ¿Qué era lo que estaban haciendo en ese sitio? Y ni intentes mentirme, que ya sé que mantuvieron a Annie viva todo este tiempo para fabricarlos. Y la persona que me mandó a ese sitio estaba muy interesada en sacarlos antes de que todo quedara en ruinas. Así que dime qué demonios son, y por qué son tan importante.
Lo soltó abruptamente, empujando su cabeza hacia un lado. Russel cayó al suelo de nuevo sobre su costado, y gimió por el dolor del golpe. Tardó un poco en recuperarse, y lograr decir algo coherente. Mabel esperó, aunque su paciencia claramente escaseaba en esos momentos.
—Es muy largo y complicado de explicar —masculló Russel.
—Hazlo corto y simple, entonces —le respondió Mabel con agresividad.
Russel se giró como pudo en el suelo, hasta quedar sobre su espalda. Respiró hondo, e intentó entonces explicar lo mejor posible. Para esos momentos, guardar secretos parecía ya inútil; el Nido estaba destruido, el Dir. Sinclair y McCarthy de seguro estaban muertos, y si Cullen era una traidora, sólo Dios sabía quién más. Así que provocar que esa lunática lo torturara para sacarle información, no estaba precisamente primero en su lista de prioridades.
—En los 70’s y 80’s, el DIC realizó una serie de experimentos para despertar y controlar las habilidades psíquicas de las personas, con el fin de crear un ejército de soldados y agentes con habilidades únicas que estuvieran al servicio de los Estados Unidos. Tras varios intentos y fracasos, desarrollaron una fórmula conocida como Lote Seis, que tuvo éxito sólo en un diez por ciento de los casos. Pero esos pocos casos de éxito, fueron extraordinarios… Desde entonces, se ha intentado replicar el mismo resultado, procurando además aumentar la tasa de efectividad. Por años no hubo progresos significativos, hasta hace muy poco…
Mabel lo observó fijamente mientras hablaba, notándosele un tanto aprensiva con respecto a aceptar la explicación que le daba.
—¿Me estás diciendo que en ese sitio estaban fabricando una fórmula para crear vaporeros?
—¿Vapo…? —masculló Russel, confundido por el término que había usado.
—Paletos con poderes psíquicos —explicó Mabel, sin prestarle en realidad mucha importancia—. ¿Y qué tiene que ver Annie en esto? ¿Qué es lo que estaban haciendo con ella?
Russel guardó silencio. En su mirada, Mabel pudo apreciar vívidamente que sabía la respuesta, pero no quería darla. Exasperada, sacó la pistola que guardaba en su espalda, metida en su pantalón, y la jaló hacia el frente, pegando el cañón directo a la yugular de Russel.
—No te atrevas a mentirme —le susurró con voz amenazante—. Ya sé que le inyectaban una de esas cosas, y luego le extraían sangre. ¿Para qué?
—Esa mujer… la UX… —susurró Russel, nervioso al sentir el roce del cañón con cada palabra que pronunciaba—. Ella fue la clave para desarrollar esta nueva versión, el Lote Diez. Descubrimos que cuando ustedes se alimentan, sus cuerpos generan un químico en su sangre, que es lo que les da su fuerza, cura sus heridas, y lentifica su envejecimiento. Y vimos que podíamos replicar la misma reacción metabólica usando una mezcla especial del Lote Nueve. Extraíamos una muestra de su sangre en ese momento, y así sintetizábamos el químico que necesitábamos. Al mezclarlo todo, daba como resultado una nueva fórmula que no sólo podía estimular los cerebros de los sujetos de prueba, sino incluso acelerar su proceso de curación, lo que en teoría evitaría que sus cuerpos se degradaran por los efectos secundarios. Era algo casi… milagroso. Pero seguía siendo muy agresivo con la mayoría de los sujetos, así que tuvimos que seguir probando. Apenas hace sólo unos días logramos encontrar una combinación que podría ser clave para lograrlo… O al menos así era, antes de que ocurriese todo esto.
Mabel enmudeció ante lo que escuchaba. Era en cierta forma la misma explicación que Annie le había dado, pero mucho más extendida. Y la sola idea de lo que ese hombre le describía, le asqueó por completo.
Retiró rápidamente la pistola de su cuello, y se puso de pie. Se alejó unos pasos, mirando hacia el suelo, mientras intentaba en su cabeza darle forma a todo eso. Habían estado experimentando con su hermana, una verdadera como ella, para crear un químico que pudiera darle poderes psíquicos a paletos. La habían tenido encerrada, torturándola, y envenenándola con sus químicos, hasta dejarla como ese cadáver viviente en el que se había convertido…
¿Cómo pudieron…?
—Usaron a mi hermana —masculló despacio con ira contenida—. Experimentaron con ella, le inyectaron cosas y le sacaron su sangre hasta dejarla seca. Ustedes, todos ustedes… no son más que unos…
—¡¿Qué tan diferente es lo que hicimos con lo que ustedes hacen?! —exclamó Russel con fuerza, tomando a Mabel desprevenida—. ¿Crees que no sé lo que son? ¿Qué durante años han estado secuestrando niños inocentes y torturándolos hasta la muerte sólo para alimentarse de ellos? Lo que tu “hemana” sufrió, no tiene comparación.
—¡Cállate! —gritó Mabel furiosa, girándose hacia él y apuntándolo con su arma—. ¿Cómo sabes todo eso? ¿Cómo es que dieron con nosotros?
Russel soltó una escueta risilla burlona. Al parecer para ese punto ya había pasado el límite del miedo.
—Desde hace mucho, debido a todos los caso sin resolver de niños UP clasificados que desaparecían sin dejar rastro, el DIC había comenzado a sospechar de un grupo desconocido que se dedicaba específicamente a cazar y secuestrar individuos como estos, con algún propósito desconocido. Inteligencia pensaban que podría ser alguna organización extranjera, o incluso un culto. Pero quienes fueran, siempre habían sido en extremo escurridizos. No fue hasta hace dos años que alguien le proporcionó al DIC la información necesaria sobre quienes eran en realidad, y como rastrearlos.
—¿Hace dos años? —exclamó Mabel, atónita—. ¿Quién? ¿Quién les dio esa información?
—Eso no lo sé, en serio —respondió Russel, negando frenético con la cabeza—. Sólo sé que me ordenaron en aquel entonces realizar un estudio en base a toda la información que nos dieron, y el Dir. Sinclair presionó a sus agentes de campo para que encontraran a este grupo lo antes posible. Tardaron bastante en dar con ese pequeño grupo, en aquel campamento en donde apresaron a Annie. Pero al final lo hicieron, y la llevaron al Nido para que la usáramos para nuestra investigación.
—¿Y lo dices tan tranquilo? ¡¿Así como así?! —exclamó Mabel en alto, acercándose de nuevo con su arma en mano.
—Ódiame si quieres, ¡mátame de una vez si así lo deseas! —dejó escapar Russel con desesperación—. Pero lo que hice, lo hice por el bien de mi país, y para proteger a mi gente de monstruos como tú, y como ese maldito… muchacho.
Mabel se detuvo en seco al escuchar aquel comentario, en especial esa última parte.
—¿Muchacho? —pronunció dubitativa, bajando su arma por mero reflejo—. ¿Qué muchacho?
—Quién ocasionó todo eso —explicó Russel con indolencia—, e hizo que nuestros propios hombres nos dieran la espalda. Sabía que era un error despertarlo, pero ya no sé siquiera si eso hubiera cambiado algo. Ya no entiendo nada...
—¿De quién carajos estás hablando? —exigió saber Mabel, impaciente.
—Del muchacho Thorn… El maldito chiquillo que el Dir. Sinclair se obsesionó por atrapar en Los Ángeles.
Una sensación fría recorrió la espalda de Mabel, y por mero reflejo retrocedió, como alejándose de una amenaza inminente, hasta que su espalda quedó contra los asientos delanteros de la camioneta.
—¿Thorn? —susurró despacio—. ¿Damien Thorn? ¿Me estás diciendo que él… estaba ahí? ¿En esa base?
Russel volteó a mirarla como su posición le permitió, desconcertado por esa reacción.
—¿Lo conoces? —susurró confundido—. ¿Estabas ahí por él también…?
Mabel negó rápidamente con la cabeza por mero reflejo.
—¿Lo tenían ahí encerrado? Entonces… Los mercenarios, los soldados… ¿Hicieron todo eso para liberarlo?
—En retrospectiva, es lo más posible —susurró Russel, mirando reflexivo hacia un lado—. Todo comenzó justo cuando lo despertamos, y cuando él dijo que ocurriría. Pero, ¿qué relación tienes tú con él…?
Mabel no tenía interés alguno en responder a esa pregunta, ni de seguir hablando con él. De inmediato se dirigió a la puerta del camper, y salió por ésta prácticamente disparada.
Una vez afuera, se alejó unos cuantos pasos del camper, antes de detenerse a mirar a todos lados, como si buscara quizás algún tipo de explicación entre las sombras que la rodeaban. Pero era obvio que lo que buscaba no lo encontraría ahí, por lo que su siguiente movimiento fue sacar de inmediato el teléfono móvil y encenderlo. El tiempo que tardó en arrancar se volvió casi un suplicio, pero en cuanto pudo lo siguiente que hizo fue marcar el teléfono listado como V.S.
Esperó impaciente a que Verónica le respondiera, pero tras unos segundos saltó el buzón. Lo intentó una vez más, y luego otra tercera, obteniendo el mismo resultado.
—¡Maldita sea! —gritó con fuerza, y alzó en ese momento el teléfono con bastante intención de arrojarlo al suelo, pero conteniéndose a último momento—. Ahora que necesito hablar contigo, no me respondes, ¡maldita perra!
Pateó con fuerza el suelo con un pie, imaginando un poco que se trataba de la cabeza de la tal Verónica.
¿En qué enredo la había metido exactamente?
—Mabel —escuchó de pronto que pronunciaban a su lado. Se volteó rápidamente, y fijó su atención en Annie, ya despierta, que la observaba confundida desde su silla—. ¿Qué pasa?
—No lo sé —respondió Mabel, negando rápidamente con la cabeza—. Cada vez entiendo menos todo esto.
Respiró hondo, intentando calmarse y poner sus pensamientos en orden, y acomodar todos los pedazos de información. Si lo que aquel hombre había dicho era cierto, Thorn estaba ahí en la base, y todo ese caos había sido precisamente para rescatarlo.
Recordó las noticias que había leído, con respecto a una explosión en el pent-hpuse, y un par de personas que habían irrumpido en el edificio de Thorn poco antes. De seguro ahí fue donde esos soldados lo aprehendieron, de alguna forma. Y eso explicaba cómo era que Verónica, que claramente trabajaba para las personas que le servían a ese muchacho, sabía con anticipación que dicho ataque a la base se llevaría a cabo y cuándo.
Pero si ese era el caso, entonces… ¿para qué su participación en eso? ¿Para qué involucrarla a ella? Si esos hombres también trabajaban para Thorn e iban por él, ¿por qué no pedirles a ellos que recogieran esos químicos? ¿No hubiera sido mucho más sencillo? ¿Por qué pedirle a ella que lo hiciera, y además a escondidas de sus compañeros?
Sólo había una explicación razonable que se le venía a la mente.
«Esa paleta no está trabajando para Thorn. Ella está haciendo todo esto a sus espaldas. Pero, ¿por qué? ¿Acaso lo piensa traicionar? ¿O se trata de algo más…?»
Lo que tenía claro era que lo que fuera que estuviera ocurriendo, podía turnarse más peligroso en cualquier momento. Lo que la dejaba sin muchas herramientas para decidir cuál debería ser su siguiente paso.
Según las instrucciones que Verónica le había dado antes de infiltrarse, debía mantenerse fuera del radar por unos días, y mantener a salvo tanto los químicos como al científico. Ella se contactaría en cuanto pudiera para darle su siguiente indicación. Y sin más información a la mano, ¿le quedaba acaso alguna otra alternativa más que seguir obedeciendo?
«Tengo que terminar con esto cuánto antes…»
— — — —
Tras caer la noche, en las ruinas de lo que alguna vez fue el Nido, reinaba la confusión y el caos. Helicópteros sobrevolaban el perímetro, con grandes reflectores alumbrando los bosques circundantes. Soldados armados recorrían uno a uno los niveles de la base, en busca de sobrevivientes, o de cualquier pista que diera aunque fuera un poco de luz sobre lo que había ocurrido.
Las fuerzas de asalto del DIC, al mando del Capt. Jules Albertsen, habían intentado contactar al Nido durante toda la tarde, sin recibir ninguna respuesta. Al fallar también en contactar directamente al Dir. Sinclair, al Capt. McCarthy, o incluso al Dr. Shepherd, Albertsen había ordenado a un grupo de exploración a que se dirigiera de inmediato para allá. Para cuando llegaron, las fuerzas invasoras ya se habían ido, y lo único que encontraron fue un escenario de muerte y destrucción desmedida.
Al ser notificado de la situación, Albertsen ordenó a más fuerzas de las bases cercanas para que apoyaran en la zona, y él mismo se subió a un avión e iba en camino desde Fort Liberty. Mientras tanto, los hombres ya en el sitio comenzaron a realizar como les fue posible una inspección de la base, y todos los terrenos de ésta.
No tardaron en dar con el vehículo de Lucy frente a la valla al oeste, ni en confiscarlo y registrarlo a profundidad. Dentro de la base, lo que más se encontraron fueron cuerpos acribillados, cortados, y algunos realmente mutilados de formas que a simple vista no podían imaginarse cómo había ocurrido. La mayoría serían muy difíciles de identificar, pero al menos de momento un soldado había dado con el cuerpo del Capt. Davis McCarthy, muerto de un tiro en la cabeza. Poco después, encontrarían también el del Sgto. Schur y el Tte. Johan Marsh; ambos muertos en horribles circunstancias, difíciles de determinar.
No tardarían también dar con la Capt. Ruby Cullen que, sorpresivamente, se encontraba con vida, pese a las múltiples heridas de bala que había recibido. Pero se encontraba inconsciente, y su estado era grave, por lo que se apresuraron a trasladarla para que recibiera ayuda médica. Ella fue una de los pocos sobrevivientes con los que habían dado, incluida entre ellos la Sra. Kathy, asistente personal del Capt. McCarthy, que sólo mostraba una herida en la cabeza, y parecía estar en un estado de shock que le imposibilitaba dar mayor detalle sobre lo ocurrido; al menos por ahora.
Aún no encontraban rastro del Dir. Sinclair o el Dr. Shepherd, por lo que la búsqueda tenía que continuar hasta encontrarlos, al igual que a cualquier otro sobreviviente que siguiera por ahí. Pero conforme encontraban más y más cuerpos, entre ellos el de la aún por identificar Lisa Mathews, las esperanzas iban cayendo.
Dos soldados inspeccionaban uno de los niveles intermedios, alumbrando su camino con las lámparas adheridas a sus rifles, mientras se abrían paso por los pasillos llenos de cuerpos. Pero lo que más les confundía, al menos a uno de ellos, eran los grandes agujeros abiertos en el suelo y las paredes, como si algo grande y fuerte los hubiera golpeado desde el otro lado.
De hecho, al pasar justo delante de uno en particular, tuvo que detenerse a observarlo con mayor detenimiento. El agujero estaba justo en un muro exterior, de tal forma que a través de él se podían apreciar las estrellas del firmamento de afuera, y un aire frío se filtraba por él debido a la altura a la que se encontraban. El agujero le pareció lo suficientemente grande como para que una aeronave pequeña entrara por ahí. Pero lo más preocupante era que al ser un muro exterior, debía ser aún más resistente que el resto, e incluso luego del concreto le seguía una capa gruesa de roca natural perteneciente a la montaña.
¿Cómo pudo algo atravesarlo de esa forma?
—¿Qué rayos habrá causado esto? —inquirió el soldado, preocupado, alumbrado con su linterna el contorno del agujero. No había escombros en el pasillo, por lo que fuera que lo había hecho, lo hizo desde adentro—. Ni siquiera parece haber rastro de una explosión.
—No lo sé —respondió su compañero con pesadez, adelantándose algunos pasos—. Y tampoco estoy seguro si quiero saberlo.
El soldado contempló el agujero sólo unos segundos más, y luego se apresuró a alcanzar al otro.
—¡Dir. Sinclair!, ¡¿puede oírnos?! —gritó su compañero con fuerza, recibiendo como respuesta sólo el retumbar de su propio eco—. ¿Hay alguien vivo por aquí? Grite o golpe para que podamos oírlo.
Dieron unos segundos para quien quiera que los oyera respondiera, pero no percibieron nada más que el silencio.
—¿En verdad crees que siga alguien con vida? —murmuró uno de ellos, escuchándose bastante cansado para ese momento—. Mira este sitio, es una verdadera masacre —añadió alumbrando a sus pies el cuerpo de un soldado, que parecía tener su garganta totalmente desgarrada—. ¿Qué crees que pasó? ¿Quién hizo esto?
—Ya te dije… —empezó a decir su compañero, pero calló de golpe en cuanto ambos percibieron lo que parecían ser quejidos cercanos—. ¿Oíste eso? —preguntó en voz baja, a lo que el otro soldado asintió despacio.
Ambos se giraron en la dirección que les parecía había venido, alumbrando con sus linternas. Había una pila de escombros a un lado, que al parecer habían caído del techo, y cubrían parte de su visibilidad.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó uno de ellos con fuerza. Aguardaron unos segundos, y entonces escucharon como una voz débil y rasposa pronunciaba:
—Por aquí… por favor… Ayúdenme…
A ambos les pareció que aquella voz sonaba extraña, pero de momento no pudieron identificar con claridad por qué. No pensaron mucho en eso, y en su lugar se aproximaron con cautela a aquel punto, armas en alto. Al rodear los escombros, se encontraron al otro lado con la silueta de alguien tirado bocabajo en el suelo. Vestía una bata blanca, manchada bastante de rojo, y unos mechones blancos y delgados caían sobre sus hombros.
—¿Se encuentra bien? —preguntó uno de los soldados, e hizo el ademán de querer aproximarse. Sin embargo, su compañero lo detuvo con un brazo, antes de que pudiera avanzar demasiado.
—Identifíquese, ahora —ordenó el otro soldado con ligera hostilidad.
El hombre de la bata se agitó un poco en el suelo, y soltó un par de quejidos de dolor, antes de poder volver a hablar.
—Soy… el Dr. Barlow, de la división científica. Por favor, ayúdenme… No puedo moverme…
De nuevo su voz les resultó ajena, con un acento extranjero que ninguno pudo identificar. Ambos soldados se miraron el uno al otro, preguntándose qué debían hacer. El mayor de ellos le indicó al otro que se quedara en su sitio y vigilara, mientras él se acercaba. Su compañero obedeció, sujetando su rifle en alto para cubrirlo.
—No se mueva —le indicó el soldado que se aproximó al hombre en el suelo, agachándose a su lado—. ¿Está herido?
El hombre en el suelo volvió a quejarse y gemir. El soldado aproximó una mano hacia él para voltearlo, pero antes de poder tocarlo, el hombre se movió primero con increíble agilidad sacada de la nada. Rápidamente tomó al hombre con una mano de su cuello, y la otra de su brazo, aprisionando ambos firmemente entre sus dedos largos y delgados. Al empujar la cabeza del soldado hacia un lado, dejó expuesto su cuello, mismo al cual el hombre aproximó con rapidez su rostro. El soldado gritó con fuerza, al tiempo que aquel individuo clavaba sin miramiento dos largos colmillos en su cuello, abriéndole dos heridas de las que comenzó a brotar sangre con fuerza hacia la boca del extraño.
Todo pasó tan rápido, que el otro soldado de pie no entendió lo que ocurrió. De un segundo a otro, el hombre había pasado de estar en el suelo, a ahora aprisionar a su compañero y morderle el cuello. Tardó unos segundos en reaccionar, pero en cuanto pudo alzó su arma y disparó sin siquiera detenerse a advertir.
El hombre giró hacia él sus ojos dorados, brillando como carbones encendidos, y antes de que la primera bala saliera del cañón, se puso de pie e interpuso el cuerpo del soldado al frente, usándolo como un escudo que recibió directamente todos los disparos; todo eso sin apartar en ningún momento la boca de su cuello.
Cuando el otro soldado dejó de disparar, y el que estaba en sus manos estaba ya agonizando, el hombre lanzó a éste contra el primero como un proyectil, con tanta fuerza que ambos cayeron al suelo, azotándose. El hombre de bata blanca dio entonces un largo salto desde donde estaba hacia ellos, cayendo en cuatro patas justo encima. De un manotazo hizo a un lado al hombre herido y casi muerto, quedando frente a frente al otro.
Y fue sólo ahí cuando el soldado logró verlo con claridad: rostro blanco como nieve, ojos dorados penetrantes, pómulos salientes y rostro afilado. Su cabello era largo y totalmente blanco, al igual que el poblado bigote que adornaba su cara por encima de su boca. Y su boca… su boca bien abierta, manchada enteramente de rojo por la sangre de su compañero, y de la cual se asomaban dos colmillos largos y afilados como agujas.
El soldado gritó horrorizado, un segundo antes de que el extraño abalanzara igualmente su rostro contra su cuello, desgarrando su piel y carne al instante.
Todo ocurrió en cuestión de segundos, y luego el pasillo volvió a sumirse en el silencio. Una vez con su sed saciada, la criatura se alzó rebosante de energía nuevo. Su rostro, hace un rato demacrada, se veía relativamente más joven, y algunos de sus mechones y su bigote, habían tomado color. Aunque, en general, su apariencia era la de un hombre anciano, aunque alto y fuerte.
Exhaló con fuerza, y pasó una manga por su boca para limpiarla un poco de los rastros de sangre que habían quedado en ella.
—Ya me encuentro mucho mejor —musitó con tono jovial, al tiempo que se retiraba la bata blanca y la dejaba a un lado, revelando debajo de éste un mono anaranjado de prisionero—. Gracias por su ayuda, caballeros.
El soldado al que acababa de morder lo observaba desde el suelo, con su mirada confusa y asustada. El hombre de cabellos blancos lo volteó a ver, le sonrió, y entonces jaló de golpe ambas manos hacía él, rasgando su garganta en el acto con sus largas garras, hasta arrancarle la cabeza por completo de su cuerpo. No tardó en hacer justo lo mismo con el otro.
Bien se lo había dicho Russel a Mabel más temprano ese día: Annie la Mandiles no era el único espécimen que el DIC guardaba en ese sitio. Y ahora, entre todo el caos y la destrucción provocado, era de esperarse que más de uno se abriera paso hacia la libertad.
Una vez terminado, la criatura se aproximó con paso tranquilo al agujero en el muro, el mismo que los soldados habían contemplado hace un rato, mientras se relamía los rastros de sangre que habían quedado en sus dedos. Se paró en la orilla del gran agujero, contempló fijamente el cielo nocturno, y aspiró profundamente el aire frío del exterior. Una amplia sonrisa de regocijo ensanchó sus labios.
—He estado demasiado tiempo aquí encerrado —proclamó al aire, sin ningún receptor en específico—. Creo que ya es hora de irme, y encargarme de mis asuntos.
Un helicóptero pasó cerca alumbrando al suelo con su reflector, por lo que aguardó hasta que se alejara. Luego dio un paso tranquilo al frente, y dejó que su cuerpo entero se precipitara hacia abajo en caída libre. Sus pies tocaron el piso sin más, como si hubiera simplemente saltado un escalón, o no a varios metros de altura.
Se acomodó con sus manos su atuendo de prisionero, y comenzó a caminar con completa calma hacia el bosque, internándose y desapareciendo entre las sombras de la noche.
FIN DEL CAPÍTULO 154
Notas del Autor:
Pues bien, con este capítulo damos por terminado el largo y complicado arco del Ataque al Nido. Todas las consecuencias que esto traerá al futuro, se explorarán más adelante, incluyendo esa repentina aparición en el último momento. Con respecto a la identidad de este ser, más adelante lo veremos con más detalle, pero será de cierta forma una combinación de dos personajes diferentes.
Y por cierto, dejo a su imaginación qué otras “cosas” podría haber tenido el DIC atrapadas ahí en su base, y ahora pudieran estar sueltas en el mundo (un buen tema para escribir algún spin-off de esto).
Espero hayan disfrutado esos capítulos, o al menos los hayan entretenido, o al menos no los haya aburrido o cansado. Como comenté, ahora pasaremos a otros personajes y otros temas más tranquilos, pero no por eso menos interesantes.
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The True Knot
The True Knot are a group of quasi-immortal "vampires" who employ torture to feed on the life force, known to them as "steam," of children who are gifted with the Shining. They are an unknowably old group, and there were at one point so many of them that there were many splinter groups — hence their being the "True" Knot. THE BECOMING
The True Knot only consume the steam of children with The Shine, but if an adult with The Shine has a unique ability they find desirable, they will attempt to recruit and "turn" them.
The True Knot does not feed from adult as it would be akin to eating bad meat from an old cow. Those wo refuse often have their memories wiped and their powers consumed.
Once agreed upon the current member of the group gather around and begin to call and response in a chant. A contain filled with Steam ( Aquired Shine ) is opened and the potential recruit is than instructed to inhale and consume it. At this point, the process becomes exceedingly painful, as the would be vampire beings to die though who can not hold onto themselves onto their own power fade away seemingly becoming steam themselves.
Those that survive become a member of the True Knot and psychic vampires. The process is complete and the newly turned true knot is fed.
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Greetings! This seems like a fun gimmick blog. May I request the sequence of Big Bill Hells?
String identified: c at! ' g t a ca t , ' a g g cc t c t g ' ca! a a, ca tat a , t! t ga a aga at g ', ca a! t' tat ' c a t tc, ' a t t, gaat! a tt a, t g a! a gt, t g a! g ta, g tt, g , ' c ! Tat' gt ' c ! ca at g ', ' c a a! Ta a t g '! cag g, tat' gt, cag g. t ? ca 6 t t a tagt , a t gt t, gt at! 't at, 't a, 't c t ' t ! at g ', t a tat t t c ! , a! T t t t at t a cc, a t tt t c ' a a tc! G t ! g ' ca, at' tt a c t at tc t tat aa, gaat!!
Closest match: Lycophotia porphyrea genome assembly, chromosome: 19 Common name: True lovers' knot
#tumblr genetics#genetics#moths#asks#requests#sent to me#big bill hells#normally this would go in the queue but im posting this immediately#TRUE LOVERS KNOT MOTH...... MY BELOVED
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NSFW, MDFI, umm freaky? (a little uh, violent. blood mention. pain. you get it.)
w/c: uhh short. 400 words?? (total guess)
maybe i'm too far gone but...
sukuna who doesn't need love, or want it.
at least, its what he tells himself of course. it's what he had always thought.
up until the fifth time you laid together, feelings evolving on either end, but only one of you would maybe accept them.
and sukuna, the poor, unwanted child he is, he doesn't believe in love. no. love is a thing parents came up with to keep their children docile and complacent. love doesn't exist, and even if it did, it would hurt.
so imagine the surprise both of you face on this fifth night.
you, in pain, adrenaline starting to course through you as fresh blood and cum leaks from your stuffed hole.
sukuna, in shock, as his eyes wander, finally landing on where the both of you are connected. chest heaving at the sight of blood and a heavy, exhilarated breath pours from his lips. the hot air dispersing across your stomach.
in a small, experimental pull, he tries backing out, gently. only to be met by your cries as the barbs on his cock hook themselves deeper into the velvet walls he had so thoroughly ravaged.
it was in this moment he realized he didn't love you, no, but he did need you. your body. perhaps your annoying quip every now and then. his heart knew that, and now even his body did, long before he came to realize it himself.
and now? now you could never leave, solely his to enjoy at his own leisure.
at least, up until he got bored of you, but he suspects his body will be sure to let him know if that ever becomes the case.
then after a quiet, introspective moment on his part, he sighs almost happily before leaning forward. eyes closed as he rests fully atop you, content, pressing his face to your neck as he listens to the sound of your shallow breaths.
#★tiff.talks★#★tiff.wrote?!★#guys maybe i'm too freaky#but i just want true form sukuna who unintentionally locks himself to his mate until he's soft#like knotting but more aggressive#because... you know... he's the malicious king of curses#this was written in like 20 mins so if its bad i'm sorry!!!!!!#i also don't know why it was the fifth time... let's just say there was several weeks between nighttime activies and courtyard glances... y#yes#jujutsu kaisen#jjk x reader#jjk#jjk x you#jjk smut#jjk sukuna#ryomen sukuna x reader#jujutsu sukuna#sukuna jjk#sukuna ryomen#ryomen sukuna#sukuna x reader#sukuna smut
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Plant of the Day
Thursday 4 July 2024
The unusual flowers of Paris quadrifolia (herb-paris, true lover's knot) have broad green sepals and dainty golden threadlike petals with lime-green stamens radiating from a prominent maroon and black tinged green centre. This species occurs in temperate and cool areas of Europe and northern Asia.
Jill Raggett
#paris#herb-paris#true lover's knot#green flowers#herbaceous#perennial#plants#horticulture#gardens#garden#herbaceousperennial#Great Dixter#Sussex
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Lycophotia porphyrea???
Moth Of The Day #239
True Lover's Knot
Lycophotia porphyrea
From the noctuidae family. They have a wingspan of 26-34 mm. They inhabit parks, deciduous forests, heathland and moorland. They can be found throughout Europe.
Image sources: [1] [2] [3] [4]
#moth#moths#lepidopterology#lepidoptera#nature#pretty moth#bugs#insect#moth of the day#motd#lepidoptery#entomology#bugblr#invertebrates#caterpillars#caterpillar#true lovers knot#true lover's knot#true lovers knot moth#true lover's knot moth#lycophotia porphyrea
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what do you mean with your hc that simon was always a dragon?
okay so this is one of my deepest most self indulgent headcanons because i'm gay and i think he deserves more and sharper teeth but it's extrapolated from a bunch of different details in the series: 1. we don't know what kind of blood davy used in the ritual. lucy couldn't identify it, but it almost definitely wasn't human. killing a dragon is one of the worst things you can do in the WoM and i really think davy isn't above that, at this point. (in terms of what i think the ritual entailed, i don't think he would have killed an adult dragon, either. a son for a son.) 2. simon's false feather wings dissolved in a bloody mess, but his dragon wings did not. iirc, he also had to wish for them, and penelope pointed out that this is fundamentally Not How Magic Works 3. penny also theorized that simon was actually turning INTO a dragon at the moment he got his wings, unless i'm misremembering again? its been a while since my last reread of the series and i have a memory disorder bear with me 4. "you don't kill a dragon unless you're trying to open a portal to hell" davy what did you do. DAVY, WHAT DID YOU DO. 5. once magic stops working on simon at all/after he loses his magic, the wings don't disappear, which makes me think they weren't powered by magic in the first place; they were just a part of his body. 6. margaret almost immediately (probably falsely but still) identifies him as a Kitten. she straight up thinks he's a baby dragon. maybe he smells like one, or feels like one, but i feel like she would be the most qualified to like ... tell? simon insists he isn't, but she seems confused and even a little put off when he tries to say he isn't just a lost dragon-kit. 7. when he's going off his magic is described as very blistery and prickly and black and red, and he glows and smokes and smells like a forest fire. dragon coded as fuuuuck 8. i think it would fucking rule I've never quite decided if i want it to be dragon ancestry, or if he's some kind of changeling via the ritual*, or something else, but the reason i draw the sword of mages with a fancy hilt shaped like a dragon is because i also headcanon that it looks different for everyone who wields it. (in my Baz Is The Heir AU: he summons it as a spada da lato, light as a feather with a handguard that curls like fire in a windstorm, inset with little sapphires) and simon's just ALWAYS been that dragony. i want him to grow more teeth, and they keep growing so he either has to accept them or have them pulled. i want his nails to be hard and sturdy as iron and he just never notices because he's always used them as tools, and he thought everyone's were like that. he bites them off because they break clippers. i want the red scales around the second set of deltoids (the ones on his wings) to start slowly creeping down his back and over his shoulders over time. because i think it would fucking rule. *i subscribe to this one the most, tho. makes sense. also i feel like the mage WouldTM.
#simon snow#carry on#THIS IS LEVEL 2 TO ME BUT ALSO PURE HEADCANON#it doesn't really mean much for the story because simon would never learn of his true ancestry but#the slow-creeping changes that come with late-onset dragon puberty might freak him out and mess with his head a lot#no he doesn't breathe fire (but he's terrified that he'll sneeze and kill baz in his sleep for a while)#he has the sparkteeth but not the fire. the strikers but not the flint.#and he can GROWL and PURR#round 2 (nsfw) is ask me about the changes below the belt#spoilers: he does knot know whats happening AYYYYYY
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when your troublemaking protege is back after being put in timeout for fucking up big but you're not allowed to show genuine emotion or blatant favoritism as if you havent been noticeably crashing out over them not being there for the past year
#might not be true for everyone's de riva rooks but thats what im getting out their dynamic for my rook#tying him in a knot in my mouth like a cherry stem#dragon age#da:v#viago de riva#fox de riva#since this is about her#.gameplay#datv spoilers
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my venvani post is getting reblogged again and i stand by what i said if u dont come at them with bare minimum homestuck quadrant level "what is going on here" OR MORE i fundamentally believe it to be reductive to their relationship
#whats going on there? they don't even know don't ask them. please don't ask them#i saw someone the other day. post abt how shadow the hedgehog's creator is ADAMANT that shadow doesn't like sonic#yes good. im applying it to them#kipspeak#also i straight up lied in the last paragraph. maybe it was true at the time. i have definitely drawn ship art i just don't post much#because its embarrassing. no matter the ship (<- they are unimaginably repressed)#i genuinely dont care if u don't think of them in this way go ahead have fun but I have diseases. i was too polite in that post.#they're an ouroboros. theyre catdog. they're skoll and hati. they r two rats fighting over a walnut#i was too polite i shouldve said Nuh Uh. not siblings theyre this (shows you a video of snakes fighting and then getting knotted together)#and shadow the hedgehog is making me think about vanitas. that's vani's oshi#im sorry to anyone following my priv twitter. im less embarrassed about being annoying on there
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How does Heaven react once the news of Alastor being Lucifer's son gets out in The Devil's Bastard AU and the Raised Together/Kid!Alastor branches? They certainly won't be happy that Lucifer has been going to earth in secret. Given Alastor isn't Hellborn I could also see them arguing for him to be killed or sealed in some way. "Nephilim of his sort were wiped out for a reason after all, right?"
Weeping, I started to answer this then accidentally refreshed the page and lost everything I'd typed. Lemme see if I can remember all my thoughts...
Their first major concern would not be Alastor himself. Not that another branch of the Morningstar bloodline isn't cause for alarm, but with Charlie as a precedent and Alastor's carnage restricted to Hell itself, he's a secondary concern to Hell's leadership. Their primary concern surrounds the fact that Lucifer broke the terms of his banishment and left Hell an unknown number of times without them being aware. While they watched him closely in the beginning of Hell, fearing he would attempt to retaliate against Heaven, in the three hundred thousand years since his Fall* they've clearly grown complacent. They're fearful of what kind of evil he may have sown on Earth, or if he's created any more yet undiscovered offspring who may be corrupting mortal souls. Could Lucifer's visits to the living world be the reason Earth is in such a miserable state?
(It's not, but of course they'd like an easy answer, one little problem they can snuff out that will fix everything forever.)
Sera orders Lucifer to meet with her in the Heaven Embassy and she brings along a couple of archangels* as backup to ensure he doesn't try anything. She wants Lucifer on the defensive. Lucifer does have some leverage though thanks to Adam's pettiness. For one, Heaven promising not to touch hellborn wasn't dependent on Lucifer adhering to his banishment. The exterminations came a long, long time after the Fall. Even if it was though, no one in Heaven, least of all Adam, even knew about Lucifer's excursions until after the final extermination. Adam knowingly choosing to target Charlie - not just a random hellborn but Lucifer's daughter who had absolutely zero ill will towards Heaven and only wanted to protect sinners - out of nothing more than malicious spite, gives Lucifer a leg to stand on when it comes to negotiating with Sera. She knew what Adam intended to do because he'd declared his intention to Charlie in front of Heaven's court, but she did nothing to stop him. On top of which, Sera also can't provide any evidence of Lucifer leading humans towards evil acts on Earth because he never did anything like that. Even in the rare cases of cults forming to worship him, they were done independently by humans who had no idea what Lucifer was really like and Lucifer himself had no contact with them. In other words, Sera in breaking her word to Lucifer caused more harm to him and his than Lucifer did to her and hers in breaking his banishment.
In the end, Lucifer is able to get Heaven to back down from trying to imprison him or Alastor. He agrees to increased surveillance - he hasn't gone back to Earth since his meeting with Nicaise anyway - and calls an end to the meeting.
And then as soon as he sets foot through the front doors of the hotel he promptly passes out from the stress overload.
(*Early modern humans started out in Africa approximately 300,000 years ago, so I'm timing Lucifer's Fall to align with that.)
(*I was going to say Michael at first since he seems like a popular Bible character to adapt into Hazbin Hotel fanon, but with him supposedly being the leader of Heaven's armies, I feel like he clashes with Adam as the leader of the exorcists. So now I have this headcanon that after Lucifer's banishment, Michael fell into a depression of his own. He spiraled deeper and deeper until ultimately he retired from his position which was then passed to Adam.)
#ask#mermaid of the valley#Hazbin Hotel#The Devil's Bastard AU#Lucifer Morningstar#Sera (Hazbin Hotel)#Lucifer's sitting in the chair in Heaven's embassy stone faced#while on the inside his heart is about to explode and his guts are twisted into a million knots#at some point he jumps up on the table to stand eye to eye with Sera#originally I was thinking that if they were worried about nephilim they would be concerned with Charlie first#but technically I think she's a lilin#so yeah Alastor's the only true nephilim here#but again he's confined to Hell just as much as any sinner#Lucifer himself remains Heaven's greatest fear#at least until Charlie and Alastor grow into their powers more
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Doctor Sleep (2019)
#2019#gif#film#movie#horror#Doctor Sleep#The Shining#Stephen King#Ewan McGregor#Dan Torrance#Danny Torrance#Kk Heim#Sadie Heim#Grady Twin#Kyliegh Curran#Abra Stone#Rebecca Ferguson#Rose The Hat#The True Knot#Room 237#Overlook Hotel#Colorado
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 142. VPX-01
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 142. VPX-01
Hace 5 años…
Annie la Mandiles, como la conocían sus hermanos del Nudo Verdadero desde hacía poco más de medio siglo, se paró a un lado de la carretera, con la mirada perdida en el lejano horizonte. Ante ella sólo se erguía el amplio y despejado monte, cubierto de hierba seca, y sólo unos cuantos árboles casi pelones esparcidos por aquí y por allá. Las montañas más cercanas eran unas manchas grisáceas en la lejanía que prácticamente se mezclaban y perdían con el cielo. Un aire cálido y seco le golpeaba la cara, y agitaba levemente sus cabellos oscuros. A sus espaldas, las voces de Doug el Diésel y Phil el Sucio le llegaban escuetamente, mientras ambos seguían discutiendo la noticia que les acababan de dar.
Barry el Chino, Jimmy el Números, Andi Mordida de Serpiente, El Nueces… y ahora también Papá Cuervo. Sus hermanos, a los que se suponía iban en camino a ayudar como sus refuerzos, todos estaban muertos. Y lo peor era que la mayoría había sucumbido ante la mano de la vaporera que se suponía era su presa. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo había ocurrido algo tan horrible como eso en tan corto tiempo?
Aquello resultaba simplemente surreal. No sólo tenían esa enfermedad carcomiéndolos por dentro, sino que ahora una simple vaporera podía eliminar a varios de ellos así como así; como si fueran sólo moscas perturbándola.
Annie nunca había sido la más fuerte o inteligente del Nudo Verdadero. Pocas cosas la distinguían de los demás, salvo su cualidad de poder soltarse a llorar a voluntad; habilidad que resultaba útil en ocasiones, pero la mayoría del tiempo era opacada por las cosas increíbles que otros miembros del Nudo podían hacer como Andi, Mabel, y por supuesto la propia Rose. Incluso alguien como Sarey, que podía ocultar su presencia incluso del más observador, dado el momento podía ser de mucha más utilidad que alguien que simplemente podía llorar cuando se lo pedían.
Y lo más gracioso del asunto, por decirlo de una manera, es que en esos momentos no le era posible soltar ni una sola lágrima por sus hermanos caídos. No podía, o quizás en el fondo no quería.
—Es sólo una paleta —recalcó Doug con severidad.
—Los mató a todos —repitió Phil con insistencia, su voz temblándole un poco—. Incluso a Papá Cuervo. No sé qué clase de monstruo fue el que encontró Rose, pero es claro que no somos rivales para ella.
—No sabemos lo que pasó realmente. Quizás los síntomas de la enfermedad se presentaron y todos estaban demasiado débiles; quizás se confiaron; quizás los tomaron por sorpresa, o quizás la niña tiene algún tipo de ayuda.
—Demasiados “quizás”, Doug. La única verdad es que no tenemos ni puñetera idea de nada. Y no sé ustedes, pero yo no estoy dispuesto a tirarme a la boca del lobo sin tener claro a qué me voy a enfrentar.
—¿Y qué otra alternativa tenemos? —cuestionó Doug tajante—. Igual no importa. Rose quiere que demos media vuelta y volvamos, así que será mejor que nos movamos de una vez.
—¿Y volver para qué? —rio Phil, incrédulo—. ¿Oíste lo que dijo El Lamebotas? Rose no quiere soltar esto. Piensa vaciar todos los termos y que vayamos todos en contra de esa chiquilla. Aún si no terminamos muertos, terminaremos alertando a toda la maldita policía del estado de nuestra presencia. Rose ha perdido totalmente la cabeza.
—No —exclamó Annie de pronto en alto, llamando la atención de ambos hombres. Hasta ese momento se había quedado bastante callada.
La Mandiles se giró lentamente hacia ellos, mirándolos con seriedad en la mirada.
—Lo que está es dolida, herida —masculló despacio—. Por la muerte de su amado, y también por su orgullo roto.
—Y por eso mismo no puede pensar con claridad ni oír razones —señaló Phil con insistencia—. Aceptémoslo, hasta ahora siempre hemos creído ciegamente en sus planes, pero la verdad es que últimamente todos han terminado en un desastre. Ya no es la grandiosa e imponente Rose la Chistera que siempre hemos conocido. No lo ha sido desde que por su culpa todos nos contagiamos de esta enfermedad. Y mientras esté al frente del Nudo Verdadero, no tendremos futuro.
—¿Y qué sugieres? —preguntó Annie, más curiosa que molesta, aproximándosele con cautela—. No la podemos “derrocar” si eso es lo que piensas. Es muy poderosa. Además, no es así como funciona elegir un nuevo líder.
Y en realidad Annie no tenía claro cómo funcionaba, pero sabía que no era tan fácil como que uno renunciara y otro más tomara su sitio.
—No, claro que no podemos hacer algo contra ella —murmuró Phil, con voz ausente—. Pero tampoco tenemos que seguir haciéndole caso.
Doug y Annie lo miraron, desconcertados.
—¿A qué te refieres? —masculló Doug despacio.
La Mandiles permaneció en silencio todo el rato siguiente, mientras Doug y Phil discutían la propuesta de este último. Su opinión no fue requerida, y ella tampoco la expuso abiertamente. Pero aún sin ella, al final los tres tomarían el camino totalmente opuesto al que Rose les había ordenado. Ese día, los tres abandonarían para siempre el Nudo Verdadero. Y no serían los únicos.
* * * *
Los últimos días habían sido bastante extraños para el Nido en general, y en especial para el Dr. Russel Shepherd. Había demasiado que hacer, demasiado que supervisar, demasiado en qué pensar. Y aunque habitualmente se mostraba ante su equipo con una actitud jovial y enérgica, lo cierto era que ya para esos momentos comenzaba a sentir sobre los hombros el peso del verdadero cansancio.
Quizás ya era hora de que se tomara unos días libres; no recordaba la última vez que lo había hecho. Lamentablemente, dudaba que el trabajo se lo fuera a permitir. Además, ya casi era Acción de Gracias y al menos un tercio del personal de planta había solicitado su semana libre justo en esos días, así que con más razón no podía dejar las cosas sin supervisión. Quizás para Navidad todo estuviera mejor; igual él prefería más esas fechas que Acción de Gracias.
Aquella mañana, muy temprano, Russel se presentó en la sala de observaciones en donde el equipo médico había estado monitoreando el progreso de su segundo prisionero más reciente. Y aunque estos ya le habían informado con anterioridad de lo que vería, ciertamente le fue imposible no contemplar con una combinación de asombro y espanto el rostro dormido de Damien Thorn a través del cristal de la cámara hiperbárica; un rostro totalmente sano, sin rastro alguno de quemadura en él, ni siquiera una sola cicatriz. Con su cabeza totalmente cubierta de su grueso y brillante cabello negro, tan limpio y pulcro como si acabara de lavarse. Todo totalmente en su sitio, como si el horrible y deplorable estado en el que había llegado nunca hubiera ocurrido.
Russel sintió como un sudor frío le recorrió la frente, y se apresuró rápidamente a secarse con un pañuelo antes de que fuera muy evidente. ¿Por qué aquello lo ponía tan nervioso? No lo tenía claro, pero así era. Contemplar ese rostro dormido y calmado, le causaba todo menos tranquilidad. Temía que en cualquier momento esos ojos se abrieran repentinamente, se fijaran en él, y entonces…
—Increíble, ¿no le parece? —masculló la voz del Dir. Sinclair, justo cuando se paró a su lado para mirar también hacia el chico inconsciente—. Sólo unos cuántos días, y se regeneró totalmente de todas sus heridas, sin necesidad de ningún tratamiento adicional. ¿Con qué estamos lidiando, Dr. Shepherd? ¿Algún progreso con eso?
Russel carraspeó un poco y se acomodó discretamente el nudo de su corbata. Respiró hondo intentando recobrar por completo la compostura antes de responderle.
—Me temo que no, señor. Los análisis que hemos logrado realizarle confirman que su bioquímica no es como la de los UX, ni siquiera parecida. En general, todos sus exámenes de sangre salieron casi normales.
—¿Casi? —inquirió Lucas, curioso.
—Sí. Al parecer hay cierta… estructura inusual en su sangre. Su ADN, para ser exactos, es un poco diferente al de un ser humano convencional.
—¿Qué me está diciendo, Russel? —susurró Lucas, cruzándose de brazos—. ¿Acaso no es un ser humano? ¿Qué entonces?, ¿un extraterrestre?
—Bueno, no tan diferente como para estar cómodo con ponerlo en esa clasificación. La estructura de su sangre sigue siendo similar a la que uno esperaría de un ser vivo de este planeta, sólo que no precisamente la que se suele ver en un ser humano. Según algunos miembros de mi equipo, se asemeja más a la que verías en… la sangre de un animal.
Lucas arqueó una ceja, claramente desconcertado con esa explicación que lo dejaba con aún más preguntas que antes.
—O en una hipotética cruza, más bien —añadió Russel con voz serena—. Me temo que no puedo darle más información de momento. Necesitamos seguir investigando. Pero de todas formas, no hay nada que nos indique que la inusual estructura de su sangre pudiera estar relacionada directamente con este acelerado y milagroso ritmo de recuperación. Al parecer debe haber algo más. Pero, repito, necesitamos seguir investigando.
—Tendrán todo el tiempo y recursos que necesiten para realizar esa investigación —recalcó Lucas con firmeza—. Pero eso será hasta que pueda interrogarlo de frente. Luego de eso, será todo suyo.
—¿Interrogarlo? —exclamó Russel, su voz temblando ligeramente—. ¿Quiere decir que… piensa despertarlo?
—Esa es la idea —asintió Lucas—. Hay muchas cosas que necesito saber de él, empezando por la identidad de las personas que lo protegen.
Miró sobre su hombro a los demás en la sala; sólo otros dos miembros del equipo médico. Lucas tomó a Russel discretamente del brazo y lo jaló hacia un lado de la sala para poder hablar con un poco más de privacidad.
—No puedo darle mayores detalles, pero sospechamos que podría haber incluso gente dentro del DIC que deliberadamente lo ha estado escondiendo de nosotros. Recuerda lo que estuvimos hablando con Douglas aquel día en la videollamada, ¿cierto?
Russel lo recordaba. Era difícil olvidar a un hombre adulto siendo reprendido de esa forma.
—Creía que había sido sólo un error —masculló Russel con ligera preocupación.
—Yo estoy casi seguro de que no fue así. Pero ese muchacho puede tener la clave para poder al fin estar seguros de eso, o no. Además, necesito también que nos diga todo lo que sepa de sus cómplices, empezando por la tal Leena Klammer, Lilith Sullivan, y una mujer que estuvo detrás de la muerte de… una vieja conocida en Los Ángeles, que parece ser que también trabaja para él. Así que sí, en vista de que ya está completamente recuperado, lo despertaremos para poder interrogarlo sobre todo eso. Ya hablé con McCarthy y el Sgto. Schur ayer sobre esto, y se está preparando una sala especial para ello. En cuanto esté listo, ocuparé que se encargue de llevarlo y despertarlo. Y claro, de volverlo a dormir en cuanto terminemos. ¿De acuerdo?
—De acuerdo, señor —asintió Russel, aunque en el fondo no se sentía precisamente muy convencido. Si ese chico le causaba tanta incomodidad estando dormido… no podía imaginarse cómo sería verlo despierto.
—Luego de ese interrogatorio tendré que retirarme —informó Lucas con seriedad—. He estado ya bastante tiempo aquí, y mi esposa me matará si no estoy en casa para Acción de Gracias. Confío en que podrán encargarse de todo ustedes solos.
—Claro —respondió Russel escuetamente.
Lucas sonrió satisfecho con su respuesta, y le dio un par de palmadas amistosas en su brazo, y luego se giró a la salida con la aparente intención de irse de la sala. Antes de alejarse demasiado, sin embargo, se detuvo un momento y se giró de nuevo hacia él.
—Apropósito, ¿en qué terminó la negociación con la química externa que logró despertar a Gorrión Blanco? —preguntó con marcado interés—. La Srta. Mathews, ¿cierto? ¿Aceptó al final nuestra propuesta o no?
—Me temo que no —respondió Russel, negando con la cabeza—. Lo ocurrido en aquel quirófano la alteró demasiado. No cree que este tipo de ambiente de… alto riesgo, se podría decir, sea lo suyo. Y me temo que podría tener razón.
Lucas asintió.
—Es una lástima. Logró en unos cuántos días lo que muchos otros no lograron en cuatro años. En fin, encárguese entonces de los preparativos para su traslado.
—Sí, señor.
Y sin más que agregar, Lucas se dirigió ahora sí a la puerta. Russel, por su lado, permaneció unos momentos en el mismo sitio, pensativo, admirando desde su posición a la cámara hiperbárica y a su inusual ocupante.
* * * *
Hace unos meses…
Aquel había sido para variar un buen día, y Annie la Mandiles sabía que en serio les hacía falta uno. Doug, Phil y ella habían ido tras la presa que Mabel la Doncella les había conseguido, mientras ésta iba por otra en compañía de James, Hugo, y un muy enfermo Marty. Aún desconocía como les había ido a ellos, pero el grupo de Annie ciertamente estaba muy contento con el resultado.
El niño paleto al que habían ido a buscar, un escuincle lleno de mocos, delgaducho y sucio, resultó ser un muy buen botín. No de los mejores que hubieran visto en sus años en el Nudo Verdadero, ni de cerca. Pero considerando los tiempos de escases por los que habían pasado, ciertamente poder llenar más de la mitad del cilindro con un vapor puro y lleno de energía, era algo digno de celebrar. Y Annie lo notaba vívidamente en el buen humor de sus dos acompañantes. Ella, por su parte, no podría decir que compartiera su sentir del todo. Más que alegría, a lo mucho lo que debía sentir es algo de alivio pero… ni siquiera estaba segura de sentir eso.
Cuando llegaron al punto de encuentro, un claro boscoso con sólo un camino de acceso, no había aún rastro alguno de sus demás compañeros. Los campers de Doug y Annie, y el de Hugo y Marty, se encontraban justo donde los habían estacionado, pero no había rastro del de Mabel y James, que era en el que se habían ido los cuatro a cumplir su respectiva misión.
—Aún no llegan —señaló Annie en voz baja, al tiempo que se bajaba de la camioneta de Phil, seguida de cerca por Doug.
—Ya deben estar en camino —indicó Phil despreocupado, apeándose también del lado del conductor—. Y si les fue tan bien como a nosotros, hoy comeremos como no lo hemos hecho en mucho tiempo. ¡Al fin!, ¡carajo!
Phil el Sucio estaba que no cabía de su excitación. Aquello resultaba un poco contagioso, incluso para Annie, aunque sólo podía limitarse a sonreír levemente.
—Voy a guardar esto —informó Phil, alzando el termo medio lleno que cargaba en su mano—. Y voy a traer un par de cervezas para celebrar, ¿de acuerdo? ¡Ni se les ocurra moverse!
Y antes de que alguno pudiera responder realmente algo, Phil corrió presuroso hacia el camper de Doug y Annie, en donde estaban guardando los termos de reserva.
Annie lo observó en silencio hasta que entró en la casa rodante, con sus brazos cruzados y su mirada un tanto distraída. Alzó luego su mirada al cielo, contemplando el cielo azul que los árboles dejaban a la vista, percibiendo además algunos de los rayos del sol que se filtraban entre las ramas y las hojas. Annie respiró profundo por su nariz. El olor de los bosques como ese solía parecerle agradable, incluso relajante. Pero hacía mucho tiempo que ya no sentía lo mismo; ni con los bosques, ni con nada. Como si en verdad se hubiera quedado vacía, desde aquel horrible día hace cinco años en el que el Nudo Verdadero dejó de existir.
Sintió entonces como unas grandes y fuertes manos se posicionaban en sus hombros, acariciándola con una delicadeza que parecería casi impropia de las manos que lo hacían.
—¿Un centavo por tus pensamientos? —murmuró la voz de Doug el Diésel muy cerca de su oído.
—Te costará más caro que eso —respondió Annie bromeando, apoyando su cuerpo hacia atrás para pegar su espalda contra el amplio y fuerte pecho de su pareja—. No es nada, sólo me siento un poco cansada.
—¿Cansada? —masculló Doug con preocupación, y de inmediato dirigió una mano a la frente de la mujer, temeroso de percibirla más caliente de lo debido.
—Estoy bien —rio Annie, apartando la mano de Doug—. No es la enfermedad, en serio. Es sólo que tuvimos que conducir casi toda la noche. Te diré si me comienzo a sentir mal, te lo prometo.
—De acuerdo, yo te creo —asintió Doug, y se permitió entonces rodearla con sus gruesos brazos, y apoyó su barbilla contra su hombro—. Sé que siempre has tenido tus dudas con todo esto, y no te culpo. Pero las cosas parece que mejorarán. Y si seguimos así, dentro de poco podríamos incluso darnos el lujo de reclutar a nuevos miembros. Otro rastreador, quizás. Y así podremos conseguir mejores presas y estar más fuertes.
—¿Crear un nuevo Nudo? —masculló Annie, volteándolo a ver sobre su hombro con evidente escepticismo—. ¿De eso estamos hablando?
—¿Y por qué no? —respondió Doug con total seguridad—. Ya hemos pasado demasiado tiempo preocupados en sólo sobrevivir. ¿No es ya momento de comenzar a pensar en el futuro?
—Sí, por supuesto —respondió Annie, sonriente.
Doug se inclinó hacia ella y le dio un sonoro beso en su mejilla, y luego bajó a su cuello, causándole un poco de cosquillas.
—Por lo pronto, esta noche abriremos uno de los cilindros, y nos pondremos fuertes antes de emprender de nuevo el viaje. ¿Quién sabe? Quizás incluso Marty se ponga mejor.
Annie asintió como respuesta a su comentario, y Doug se apartó entonces de ella caminando en dirección al camper, quizás para reunirse con Phil y tomar una de esas cervezas que había sugerido. Ella, por su lado, se quedó de pie en el mismo sitio, con su mirada de nuevo alzada hacia el cielo.
Tomar una buena dosis de vapor, crear un nuevo Nudo… eran ideas que hace tiempo la hubieran podido emocionar, pero ahora eran sólo otras de esas cosas que la hacían sentir vacía con tan sólo pensar en ellas. Y aunque no se atrevería a decirlo en voz alta, la verdad era que incluso Doug se encontraba también como uno más de esa lista.
Descubrió de mala manera que, así como se le hacía fácil llorar a voluntad aunque no lo sintiera, parecía tener la misma cualidad de fingir o imitar otras emociones; como la felicidad, la excitación, o incluso el deseo. Pero lo cierto era que ya no creía ser capaz de sentir nada de eso. Pero sabía que no era culpa de algo que Doug o alguien más hubiera hecho mal. Ni siquiera se trataba de resentimiento reprimido por haberla convencido de abandonar a Rose, como el que Mabel claramente sentía hacia James y a veces era incapaz de esconder.
No, eso era algo que estaba totalmente en ella. Algo había muerto en su interior la noche en que Rose y los demás lo hicieron. Y ahora se sentía como un simple caparazón hueco, incapaz de sentir o desear nada, mucho menos poder pensar en el futuro como Doug le había sugerido. ¿Qué futuro podía tener un ser vacío como ella?
Bajó su mirada al escuchar el lejano sonido de un motor, resaltando enormemente en la casi absoluta quietud del claro. Al mirar hacia el camino que llevaba hacia donde se encontraban, le pareció percibir el lejano punto de un vehículo aproximándose.
—Creo que ya vienen llegando —pronunció con fuerza para que los otros dos la escucharan.
Doug y Phil salieron en ese momento del camper, cervezas en mano. Alzaron sus miradas en dirección del camino y… sus miradas no era precisamente de alivio.
—¿Son ellos? —masculló Doug, aprensivo, volteando a ver a su amigo.
Phil corrió en ese momento de regreso a su camioneta, hacia una de las maletas de la parte trasera de la que sacó rápidamente un par de binoculares. Los alzó y enfocó para poder distinguir con más claridad el vehículo que se acercaba.
—¿Qué demonios? —exclamó totalmente exaltado.
Annie se giró a mirarlo, y en cuanto Phil bajó los binoculares, pudo ver claramente su rostro pálido y sus ojos llenos de asombro… por no decir terror. Y al mirar de nuevo hacia el camino, y a pesar de no tener la vista tan aguda, le bastó para poder darse una idea de lo que tanto había espantado a su amigo.
Aquello no era el camper de James y Mabel. De hecho, no era un sólo vehículo, sino varias camionetas negras todo terreno, aproximándose a gran velocidad directo a su encuentro.
* * * *
Lisa contempló en silencio los cinco ratones muertos sobre su bandeja metálica. Todos habían convulsionado y sufrido una abundante hemorragia, creando charcos rojos bajo sus pequeños cuerpos, antes de perecer y quedarse completamente quietos. Una escena que era prácticamente una repetición de lo que habían sido sus primeros días en el Nido. ¿A cuántos ratones inocentes había asesinado desde que llegó a ese sitio? Y además de formas tan horrendas. Temía lo que pasaría cuando ese karma se le regresara.
Había estado toda esa mañana jugando con las dosis del Lote Diez, variando un poco las proporciones que habían logrado despertar a Gorrión Blanco. Sin embargo, no había podido replicar otro resultado favorable como los de aquel día. Era casi como si simplemente el Lote Diez hubiera decidido dejar de funcionar justo cuando Lisa creía haberlo comprendido, lo que resultaba muy, pero muy frustrante, por decirlo menos.
Desvió su mirada hacia un lado, de los ratones muertos a las radiografías sobre la pantalla de luz; las mismas del cerebro de Gorrión Blanco que el Dr. Shepherd le había mostrado la otra noche, y que mostraban claramente las nuevas lesiones que habían surgido en él. Había considerado que tal vez podría encontrar una nueva combinación que pudiera servir para volver a regenerar el cerebro de Gorrión Blanco, quizás incluso de forma permanente en esa ocasión. Pero comenzaba a pensar que quizás aquello había sido un simple golpe de suerte (si es que la muerte de toda esa gente, en la que por poco ella misma estuvo incluida, podía llamarse suerte de alguna forma).
Quizás el curarla lo suficiente para despertarla era lo más lejos que ella podía llegar. Y aunque no lo fuera, si tenía verdadera suerte no estaría ahí el suficiente tiempo para averiguarlo.
El sonido del candado electrónico de la puerta abriéndose captó su atención, sacándola de su cavilación. La puerta se abrió un instante después, y no le sorprendió ver aparecer del otro lado a Russel. De hecho, le parecía extraño no haberlo visto más últimamente.
—Srta. Mathews —le saludó el Dr. Shepherd, cerrando la puerta detrás de él. Miró discretamente hacia la charola de metal delante de ella, y luego la observó con una discreta sonrisa—. Imagine mi sorpresa al escuchar que ha estado solicitando más ratones de prueba y muestras de los compuestos del Lote Diez. Luego de nuestra conversación, creí que seguir haciendo estos experimentos sería lo último que querría hacer.
Lisa entornó los ojos y se giró al instante a los recipientes transparentes sobre su área de trabajo, tomando con una jeringa pequeñas dosis de cada uno para colocarlos en un tubo de ensayo nuevo.
—Y no está equivocado —le respondió mientras continuaba concentrada en lo suyo—. Sólo pensé que, ya que estaré encerrada aquí hasta quién sabe cuándo, al menos podría intentar hacer algo de provecho.
—¿Y eso es…? —inquirió Russel con curiosidad, parándose a su lado.
—Ver si puedo encontrar una mejor combinación del Lote Diez que pudiera serles de utilidad para… bueno, eso —señaló entonces con la jeringa en sus dedos hacia las radiografías en la pantalla de la pared—. O al menos dejarle en mis notas al que sea mi remplazo algo de camino por dónde empezar.
Russel miró un momento hacia la radiografía, no ocupando mucho para reconocerlas.
—Creía que tampoco sentía mucha simpatía por Gorrión Blanco.
—No es por simpatía —respondió Lisa de forma mordaz—. Sólo… no quiero que haya dudas de que hice un buen trabajo.
—No las habrá —señaló Russel con firmeza, y eso tomó a Lisa un poco por sorpresa.
El científico acercó en ese momento la silla que no hace mucho le pertenecía al Dr. Takashiro, y la estacionó cerca de ella. Tomó asiento, se giró por completo en su dirección, y la observó fijamente a través del cristal de sus anteojos.
—Estuve pensando en lo que hablamos —musitó el Dr. Shepherd con una seriedad que a Lisa le resultó inusual viniendo de él—. Es una química excepcional, Srta. Mathews. Inteligente, trabajadora y muy responsable. Sería una increíble adición a mi equipo, y una verdadera perdida si se va. Pero tiene razón en lo que me dijo: no me sirve de nada tener trabajando para mí a alguien que no desea hacerlo.
Hizo una pequeña pausa reflexiva, y entonces pronunció al final:
—Es por eso que he decidido finalizar nuestra relación de trabajo como usted desea. Con toda mi satisfacción y gratitud por el grandioso trabajo que hizo, por supuesto.
—¿De verdad? —preguntó Lisa, notándosele algo suspicaz. Russel asintió con afirmación.
—Pero me temo que tendrá que esperar un par de días para poder irse.
—¿Por qué?
—Bueno, por simple logística. Esta semana será Acción de Gracias, y como ha de suponer muchos pedirán su semana de descanso a partir de este momento. Así que será más sencillo para todos transportarla de nuevo al mundo real junto con los demás miembros del personal que dejarán la base pronto. Usted lo entiende, ¿cierto?
Lisa no respondió, pero en efecto lo entendía. No era la situación ideal, pero lo entendía. Y al menos eso significaba que podría estar en casa para Acción de Gracias, y eso ciertamente no le molestaba.
—Está bien —masculló Lisa despacio—. Gracias, Dr. Shepherd.
Russel asintió, y le sonrió con gentileza; otra expresión que a Lisa le resultaba extraña en él pues sus sonrisas no solían sentirse tan… sinceras. De hecho, toda su presencia se sentía diferente; más seria, pensativa, incluso algo cansada.
El científico se paró en ese momento de su silla, y sin pronunciar alguna despedida se dirigió hacia la puerta para salir.
—¿Sabe? —pronunció Lisa de pronto en alto para llamar su atención antes de que se fuera—. La clave de todo esto ha sido siempre el VPX-01 —declaró, alzando uno de los franquitos de vidrio, en esos momentos ya casi vacío—. Es el compuesto central y más importante del Lote Diez, como bien usted sabe; además de ser responsable de hacer que éste logre tener un efecto tan agresivo en el cuerpo del sujeto, pero a la vez tan efectivo. Pero no sólo me refiero a eso pues, como se lo había mencionado antes, uno de los mayores problemas que tuve al realizar las pruebas fue mi desconocimiento total de qué es exactamente esta sustancia. Si quiere tener mejores resultados la siguiente vez, creo que va a ser importante que sea mucho más comunicativo con mi remplazo sobre qué es exactamente, de dónde se obtiene, cómo es que puede hacer lo que hace…
—Me temo que ese es uno secreto institucional mucho más allá de lo que abarca su Autorización de Seguridad —indicó Russel, volviendo a su más conocido tono burlón, mientras se giraba hacia ella—. Pero habría podido compartírselo sin problema si hubiera decidido quedarse. Aunque… —calló un momento, y observó pensativo hacia un lado—. Es probable que no hubiera resultado muy sencillo de entender para usted.
—¿Por qué lo dice? —inquirió Lisa, confundida pero también curiosa—. ¿No le he demostrado en este tiempo que soy bastante capaz de entender incluso las cosas más complicadas?
—No me refiero precisamente a eso —respondió Russel, negando con la cabeza—. Pero ya no importa. ¿Necesita un poco más de él? —preguntó de pronto, señalando al frasquito que Lisa aún sostenía en la mano.
—Si fuera posible, sí —respondió Lisa, dudosa—. Pero si es algo tan especial, no quisiera que lo desperdiciaran en alguien que ya va de salida.
—Le conseguiré un poco para que pueda seguir con sus experimentos el tiempo que le quede aquí —indicó Russel sin vacilación alguna—. Un pequeño regalo de despedida, ¿de acuerdo?
—Supongo —murmuró Lisa, encogiéndose de hombros—. Gracias.
Russel asintió, y ahora sí salió de la sala.
* * * *
Hace unos meses…
Los vehículos negros se acercaban rápidamente por el camino, y la indecisión de Annie, Doug y Phil resultó ser fatal. Sin saber exactamente quienes eran o cuál era su cometido, ¿qué era lo que debían hacer? ¿Intentar enfrentarlos?, ¿o quizás mejor huir? Y cada segundo que pasaban sin tomar una decisión, el peligro se aproximaba más.
Al final, el primero en reaccionar fue Phil el Sucio, que en cuanto sus piernas se lo permitieron se dirigió corriendo de nuevo hacia la parte trasera de su camioneta, sacando su rifle de asalto de la misma bolsa de la cual había sacado los binoculares. Y antes de que Annie o Doug pudieran decirle algo, Phil colocó el arma contra su hombro, apunto hacia los vehículos a la distancia y abrió fuego repetidas veces.
Las balas rebotaron contra el chasis reforzado de la camioneta negra que iba al frente de la formación, creando unas pequeñas chispas. El vehículo giró un poco, quedando en diagonal en el camino y se detuvo. Los demás autos lo hicieron también, pero prácticamente lo hicieron ya en la mera entrada del claro, lo suficientemente cerca para que sus ocupantes se bajaran presurosos: al menos quince hombres con trajes de asalto color negro, armas largas, cascos y caretas que cubrían por completo sus rostros. Los quince se dirigieron presurosos hacia ellos en formación militar, y los que iban más adelante alzaron sus armas y abrieron fuego mientras avanzaban.
Los tres verdaderos se refugiaron rápidamente detrás de la camioneta de Phil, y las balas de los atacantes chocaron contra ésta, haciéndole profundos agujeros en su armazón.
—¡¿Quién jodidos son?! —exclamó Annie, respirando con agitación. Sentía su corazón casi a punto de explotarle bajo el pecho.
—¡¿Y yo qué mierda voy a saber?! —exclamó Phil, asomándose rápidamente por el capot de la camioneta para disparar contra los extraños y que se disiparan un poco—. ¡Tenemos que largarnos de aquí!
Phil señaló con su arma hacia el camper de Hugo y Marty, que era el más cercano a su posición.
—¡No sin los termos! —exclamó Doug con fiereza.
—¡Hagan lo que quieran, entonces! ¡Yo me largo! —señaló Phil desdeñoso, y sin más se dirigió corriendo hacia el camper.
—No, Phil —exclamó Annie con inquietud—. Debemos estar juntos…
—¡Olvídalo! —gritó Doug con voz de mando, tomándola del codo con algo de brusquedad—. ¡Vamos a nuestro camper! Debemos recuperar los termos e irnos.
Doug no esperó ninguna confirmación de su parte, y sin más comenzó a correr en dirección a su casa rodante. Annie vaciló unos momentos, mirando hacia Phil y hacia Doug sin estar segura de a quién seguir. Al final, su cuerpo se inclinó a seguir a su pareja, y se apresuró a salir del refugio de la camioneta e ir detrás de él.
Las balas volaban por los aires, y Annie casi le pareció sentir como le pasaban sobre su cabeza o le zumbaban en el oído. Al sonido de los disparos, sin embargo, se sumó de golpe el de una fuerte y estridente explosión que lo sacudió todo.
Instintivamente Annie se detuvo un momento y se giró hacia atrás, sólo para ver que el camper de Hugo y Marty comenzaba a prenderse en llamas, y un denso humo oscuro emanaba de él. ¿Qué había pasado? ¿Le habían arrojado una granada? ¿El tanque de gasolina había estallado? No tenía idea. Pero lo que le pareció más alarmante fue distinguir la figura de Phil en el suelo, de espaldas a algunos metros del camper, aturdido. Al parecer había sido arrojado hacia atrás por la explosión, e intentaba recuperarse.
¿Debería ir y ayudarlo…?
—¡Annie! —escuchó que le gritaba Doug, ya prácticamente en la puerta de su camper, haciéndole un ademán con su mano de que siguiera avanzando.
La Mandiles comenzó a correr hacia él, pero justo a mitad del camino sintió un dolor punzante y ardiente en su pierna derecha. Una bala acababa de entrarle por un costado de su pantorrilla, atravesándola de lado a lado. Annie gritó de dolor y se desplomó al instante pecho a tierra. Se giró a ver su pierna, que empezó a sangrar abundantemente, y luego se giró hacia Doug. Éste la miraba desde la puerta del camper, con sus ojos pelones y desconcertados.
Annie extendió una mano hacia su pareja, suplicándole en silencio que la ayudara. Doug titubeó un instante, y al final… se dirigió hacia el interior del camper, dejándola ahí tirada. Y por primera vez en mucho tiempo, Annie fue capaz de sentir algo en su pecho vacío, aunque no fue para nada un sentimiento agradable.
Se giró como pudo en el suelo para ver a Phil. Éste avanzaba tambaleándose hacia su camioneta, aturdido y golpeado tras aquella explosión. Como pudo abrió la puerta del conductor y se subió casi arrastrándose, intentando encenderla a tientas con las llaves que estaban aún en el arranque. Antes de que pudiera lograrlo, Annie vio también a uno de los hombres de negro, posicionándose justo delante de la camioneta, alzar su arma, apuntar directamente hacia él y disparar; todo en menos de un segundo.
Desde su ángulo Annie no fue capaz de verlo con total claridad, pero lo sintió en cada fibra de su cuerpo. La bala atravesó el parabrisas, y siguió de largo hasta la frente de Phil, atravesándola también de adelante hacia atrás. Restos de cráneo y sesos volaron de su parte trasera, manchando el vidrio posterior de la camioneta; eso Annie sí lo pudo ver. Pero igual las manchas de sangre no duraron mucho, pues casi al instante el Sucio entró en ciclo y su cuerpo se esfumó por completo, dejando detrás sólo sus ropas contra el asiento del piloto, y rastros de vapor grisáceo que Annie pudo ver cómo se escapaba por la ventanilla y se alzaba hacia el cielo.
Phil estaba muerto. Esos sujetos lo acababan de ejecutar sin el menor miramiento, y dentro de poco ella sería la siguiente.
Escuchó en ese momento como el motor del camper de Doug y ella se encendía, al igual que sus luces. Por mero instinto, Annie comenzó a arrastrase hacia allá por el suelo, jalando su pierna herida detrás de ella y dejando un rastro de sangre en la tierra. No logró llegar muy lejos, antes de que unas manos enguantadas la tomaran con fuerza de los brazos y la alzaran con brusquedad, causándole un fuerte respingo de dolor.
Dos soldados la sujetaron con fuerza de cada brazo, sometiéndola y obligándola a quedarse de rodillas en el suelo. Escuchó más disparos, y como pudo alzó su mirada al frente, sólo para ver como más de esos hombres de negro disparaban contra su camper mientras éste comenzaba a avanzar y abrirse paso. Incluso estando en movimiento dos de esos hombres lograron introducirse por la puerta abierta de un costado hacia el interior. Annie escuchó más detonaciones y golpes provenientes de adentro, y el camper dejó de moverse abruptamente, acompañado de un fuerte rechinido.
Y aunque no lo vio, también lo supo; fue como una terremoto formándose en su propio pecho, que luego le recorrió el cuerpo entero hasta los pies. Doug también estaba muerto…
De nuevo, otro sentimiento logró aflorar en ella, exteriorizándose en la forma de una pequeña lágrima que le recorrió su mejilla.
Todo lo que siguió resultó confuso, pues para esos momentos la mente de Annie la Mandiles prácticamente se había ido a pasear, dejando su cuerpo totalmente solo. Ya ni siquiera sentía el dolor de su pierna, o las manos que le apretaban los brazos. Ya no sentía nada…
El motor del camper se apagó, y poco después los dos hombres que habían ingresado salieron de él con un salto. De un momento a otro, todo el sitio se llenó de esos hombres de negro, yendo y viniendo, revisando todo el lugar. Annie estaba tan perdida en sí misma que no supo qué tanto tiempo estuvo ahí, pero en algún punto al alzar su mirada de nuevo, se vio rodeada por todos aquellos hombres armados que la miraban hacia abajo como a un insecto.
—Ella es la única que queda, todos los demás fueron neutralizados —escuchó como informaba uno de ellos con voz fría.
Uno de los soldados se aproximó hacia ella, se posicionó justo delante y alzó su rifle, pegando la punta del cañón de éste contra al frente de la mujer. Annie sintió el frío del acero contra su piel, y le resultó casi agradable. Cerró sus ojos, y simplemente aguardó.
—Espera —pronunció con fuerza otro más, y el cañón se retiró rápidamente de su frente—. Nos dijeron que lleváramos al menos a uno de ellos con vida.
Aquella afirmación desconcertó a Annie, más de lo que ya estaba. Abrió sus ojos de nuevo, sólo el instante correcto para alcanzar a ver la culata de uno rifle dirigiéndose de lleno contra su rostro. Después, todo se volvió negro.
* * * *
El nivel más bajo del Nido era el -20, ubicado en el subsuelo, cinco niveles por debajo de la enorme montaña que albergaba el resto de la base. Esos niveles eran los más restringidos de todos, con gruesas capas de acero que los convertían en uno de los bunkers más seguros, y el sitio ideal para proteger los secretos mejor guardados del DIC. Muy pocas personas tenían acceso a esas áreas; sólo las de más alto rango dentro del departamento como el Dr. Sinclair, el Cap. McCarthy y, por supuesto, el Dr. Shepherd como cabecilla de la unidad científica.
Tras su conversación con Lisa, Russel se dirigió por el ascensor hacia dicho nivel, pasando su tarjeta por el escáner de éste, seguido de un código de seguridad que tuvo que teclear en el tablero. Una vez que llegó al nivel deseado, fue admitido por un recibidor totalmente alumbrado con luz blanca, y una única puerta reforzada con dos soldados armados apostados en ella, además de un tercero ubicado tras un módulo y un cristal. Russel tuvo que dirigirse justo hasta éste último, y especificar en voz alta ante una pantalla con micrófono y cámara su nombre, puesto, y la sala a la que se dirigía.
—Dr. Russel Shepherd, Jefe de Investigación, sala 217.
Además de la información dada, la pantalla se encargó también de escanear su rostro entero, y el guardia pudo ver toda esa información en su pantalla para comprobar su identidad y autorización. Todo aquello era mera formalidad, pues los soldados que custodiaban ese nivel sabían muy bien quién era el Dr. Shepherd, así que no hubo problema en comprobar su información y darle acceso.
La puerta de acero se abrió al instante, dejando a la vista al otro lado un largo pasillo, también alumbrado con esa pulcra luz blanca. Russel avanzó por éste con paso decidido. A cada lado había puertas numeradas, y delante de varias de ellas (la que se encontraban ocupadas en esos momentos) había algún soldado adicional apostado, de pie firme en su posición. Al llegar a la sala con el número 217, el soldado delante de ella le ofreció un saludo respetuoso, mismo que Russel respondió con un ligero asentimiento de su cabeza. El soldado se hizo a un lado, y usando su respectiva tarjeta la pasó por el escáner de la puerta para que ésta se abriera.
Muchos pasos, mucha seguridad, pero nada era demasiado considerando que lo que varias de esas salas guardaban eran algunos de los bienes más preciados del DIC, incluyendo lo que se escondía en la sala 217.
En el interior de esa sala, había dos miembros del equipo médico y dos del equipo científico, monitoreando una serie de pantallas que mostraban los signos del espécimen que tenían ahí recluido. Había adicionalmente dos soldados más en cada extremo de la sala, de pie sólo observando. Y en el centro de la sala, dentro de un largo cilindro de grueso vidrio que se extendía desde el suelo al techo, se encontraba justamente el espécimen en cuestión.
Su cuerpo, cubierto con una simple bata blanca, se encontraba atado de piernas y brazos a lo que parecía ser una camilla colocada de forma vertical, de tal forma que el individuo permaneciera prácticamente de pie. Además de los aparatos conectados a su cuerpo para medir sus signos vitales, tenía dos tubos pequeños conectado a cada brazo, cada uno conectado a su vez a una máquina distinta colocadas en lados contrarios de la inusual celda de contención.
Russel avanzó hacia el cilindro, sin que ninguno de los presentes reparara demasiado en él, pues su presencia resultaba bastante común para ellos. Se paró justo delante de éste, y contempló al espécimen. Éste tenía en ese momento la cabeza agachada, y sus largos cabellos oscuros caían al frente. Parecía inconsciente, o al menos lo suficientemente débil para que se le dificultara mantener su cuello erguido. De hecho, todo su cuerpo delgado se veía flácido, incapaz de sostenerse si no fuera por las gruesas correas que lo sujetaban.
Russel acercó una mano hacia un botón colocado en la parte exterior, que activaba el sistema de comunicación con el interior del cilindro. Un pequeño pitido resonó en el interior, haciendo que el espécimen se estremeciera un poco, quizás sacudido fuera de su letargo.
—Buenos días, Annie —pronunció Russel con seriedad, su voz sonando en la bocina interna del cilindro por la cual el espécimen lograba escucharlo.
La persona al otro lado del cristal alzó débilmente su rostro, enfocando de forma difusa su mirada en el hombre delante de ella. Russel, por su lado, fue capaz de contemplar con total claridad el rostro demacrado y cansado de Annie la Mandiles, del infame Nudo Verdadero. Su espécimen UX, como dentro del DIC conocían a los verdaderos como ella.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Russel, sin que su expresión severa se mutara ni un ápice.
—¿Cómo me siento…? —masculló Annie con voz carrasposa—. ¿Cómo crees que me siento?, ¡estúpido paleto! —gritó de golpe, zarandeándose además, logrando que sus correas rechinaran un poco.
—Veo que estamos con más energía que de costumbre —pronunció Russel con elocuencia—. Quizás eso significa que no necesitas tu dosis de hoy.
Hizo entonces el ademán de querer darse la media vuelta y retirarse, y eso provocó un repentino golpe de terror en su prisionera.
—No, no, espera —susurró Annie casi suplicante—. Por favor… la necesito… me siento realmente mal… por favor…
Russel se giró de nuevo a verla, y pudo apreciar la desesperación desbordando de la mirada de Annie. La misma desesperación de un adicto consumado sufriendo de varios días de abstinencia, lo cual era de hecho bastante parecido a lo que debía sentir.
—Bueno, esa actitud me agrada más —indicó Russel con tono burlón. Se giró en ese momento hacia uno de los miembros del equipo científico, y con un pequeño ademán de su cabeza le indicó que podía proceder.
No se necesitó más explicación, pues estaba más que claro. El hombre de bata blanca se dirigió a su terminal, y tras presionar algunas teclas, la máquina conectada al brazo derecho del espécimen comenzó a zumbar. Y un segundo después, un líquido transparente comenzó a viajar por el delgado tubo transparente, lentamente hasta introducirse directo al cuerpo de Annie la Mandiles.
En cuanto aquel líquido, una mezcla muy especial y única del Lote Nueve, ingresó dentro del cuerpo de Annie, el cuerpo de ésta se estremeció, y su rostro se alzó por completo. Un pequeño quejido de dolor, o quizás incluso de placer, surgió de la boca de aquel ser con forma de mujer. Como todas las veces anteriores, sus ojos resplandecieron con ese mismo fulgor plateado, y poco a poco sus brazos delgaduchos, casi esqueléticos, comenzaron a cubrirse de nuevo de músculos. La fuerza volvía a su cuerpo, la claridad de su mente también. Poco a poco volvía a parecerse más a aquella mujer que habían aprehendido hace meses en aquel bosque, y que desde entonces había sido su prisionera… por no llamarla sujeto de estudios.
Sin embargo, el proceso siempre se detenía justo antes de que dicha fuerza llegara a ser demasiada, aplicando sólo la dosis suficiente cada cinco días para que su espécimen no muriera; una dosis que ya estaba más que medida. Y cuando llegó a ese punto, la máquina que le suministraba el Lote Nueve dejó de zumbar, y el líquido dejó de correr. El cuerpo de Annie se relajó de golpe, y el fulgor de sus ojos se desvaneció. El pico de energía que había sentido por un instante, rápidamente fue menguando, y la debilidad se apoderaba de nuevo de ella.
—Maldita sea… ¡maldita sea! —exclamó Annie casi llorando, cargada de una gran frustración. Volvió a zarandearse con desesperación, pero sus correas no permitieron que sus extremidades se movieran ni un centímetro de su posición.
Cada ocasión sentía por un momento que estaba a punto de recuperar sus fuerzas, de volver a ser ella misma, pero cada vez lograba apenas rozar la superficie para de nuevo sumergirse en esas aguas oscuras que habían sido su existencia todos esos meses. Esa sustancia, ese químico extraño que su cuerpo procesaba como algún tipo de vapor sintético, era lo único que la había logrado mantener apenas con vida ese tiempo. Pero así como le hacía bien, le hacía también un tremendo daño; podía sentirlo cada vez que entraba en su cuerpo, como le quemaba por dentro como si le desgarraran sus venas y sus entrañas con ácido. Y, aun así, añoraba con ansías que llegara el momento de su próxima dosis. Se había vuelto totalmente dependiente de ella; era lo único que podía hacerla sentir que aún estaba viva, y que ese no era un maldito infierno en el que había caído.
Aunque claro, esas personas no la mantenían con vida sólo porque sí. Y ese proceso de administrarle su horrible químico lo hacían por sus propios motivos.
—Sigan con la extracción —ordenó Russel, y justo entonces otro de los miembros de su equipo hizo lo debido en su consola.
La máquina conectada al brazo izquierdo de Annie se encendió, y al instante ésta gimió adolorida. Un claro rastro de sangre comenzó a brotar de su brazo, abriéndose camino por el delgado tubo, hasta llegar a la máquina, donde era vertida gota a gota en el interior de una bolsa almacenadora.
Esa sangre, extraída del cuerpo del UX, sería luego pasada por un proceso meticuloso para separar sus componentes, y aislar uno en específico. Un compuesto que el cuerpo de los UX, incluida Annie, producía de manera natural una vez que asimilaba el vapor de sus víctimas o, en este caso, esa combinación única del Lote Nueve que simulaba bastante bien las propiedad de dicho vapor. El mismo compuesto desconocido, o uno muy similar, que días antes los analistas de laboratorio del hospital detectarían en los exámenes de sangre realizados a Mabel la Doncella cuando ésta estaba en coma. El mismo compuesto que el DIC llamaba como nombre clave VPX-01…
Ese era el secreto que Russel acababa de mencionarle a Lisa que no podía compartirle, y que quizás no hubiera sido capaz de entender. El VPX-01 era el compuesto desconocido, casi mágico, que Russel y su equipo teorizaban le daba a los UX su aparente inmortalidad y capacidad de regenerar las células de su cuerpo. Y, desde que lo descubrieron, era el elemento más importante que conformaba al Lote Diez. Y era extraído directamente de la sangre de su prisionera en la habitación 217 del Nivel -20 del Nido.
Esto era algo que muchos no conocían, ni siquiera el Sgto. Francis Schur a pesar de haber participado meses atrás en los primeros experimentos del Lote Diez, del que él resultaría el único sobreviviente. Pero quizás, gracias a los nuevos descubrimientos realizados por la Srta. Mathew en su trabajo en el proyecto Gorrión Blanco, aquel desastroso resultado podría ser corregido. Esa era la mayor expectativa de Russel con todo ese trabajo.
—¿Por qué me siguen haciendo pasar por esto? —escuchó de pronto como la voz de Annie mascullaba con debilidad, sonando incluso casi como sollozo—. ¿Por qué no me matan de una buena vez…?
—Todo es por un bien mayor, Annie —le respondió Russel con voz tranquila, mientras la bolsa de sangre se seguía llenando—. Con tu ayuda, podremos al fin entender la naturaleza de los UP, y la mejor manera de usarlos en beneficio de la seguridad de nuestro país. Si me lo preguntas, el pasar por esto, es un castigo bastante indulgente en comparación con todos los crímenes que has cometido. Todos los niños inocentes que has asesinado a lo largo de… ¿cuánto tiempo, Annie? ¿Un par de siglos?
Annie no respondió nada. Su cabeza volvió a caer hacia el frente, y posiblemente se estaba acercando de nuevo a la inconsciencia.
—Como sea, a mí no me corresponde juzgar eso —añadió Russel encogiéndose de hombros—. Mi interés es meramente científico. Así que mientras no descifremos la forma de replicar el VPX-01 sin requerir de alguien como tú, serás nuestro huésped de honor.
Se dio en ese momento la vuelta, dirigiéndose a uno de los gabinetes ubicados a un lado de la sala, en donde guardaban bajo llave las muestras recién elaboradas del Lote Diez y, por supuesto, las del VPX-01 en su estado puro. Russel tomó una pequeña botellita de éste último para llevársela a Lisa, justo como se lo había prometido, y se dirigió al momento a la puerta para llevárselo. Antes de irse, sin embargo, la voz de Annie volvió a resonar entre todo el agotamiento que la inundaba.
—Si no me matan ahora, cuando salga de este maldito tubo… juro que los destriparé vivos a todos; a cada uno de ustedes…
Alzó en ese momento su rostro, clavando directamente en Russel su mirada repleta de furia, la emoción más real que era capaz de sentir desde que estaba ahí.
—Y ni siquiera lo haré para alimentarme, pues no hay nada de provecho que pueda extraer de vejestorios inútiles como ustedes… Lo haré por mero gusto… Y lo disfrutaré como no tienes idea…
Soltó en ese momento una sonora y estridente risotada, que retumbó con fuerza en toda esa sala, y dejó visiblemente desconcertados a todos los presentes; incluso al propio Russel. Sin embargo, éste no pronunció palabra alguna, y en su lugar optó por irse de una vez por donde vino, dejando atrás a Annie que seguía riendo cuando la puerta de la sala 217 se cerró a sus espaldas.
FIN DEL CAPÍTULO 142
Notas del Autor:
—Annie la Mandiles es un personaje perteneciente a la novela y película de Doctor Sleep o Doctor Sueño de Stephen King, siendo un miembro más del Nudo Verdadero. En la novela y en su respectiva adaptación no se dieron muchos detalles sobre ella, salvo algunas referencias y que fue parte de uno de los grupos que dejó el Nudo Verdadero tras la muerte de Papá Cuervo. Por ello, gran parte de lo expuesto en este capítulo con respecto a su apariencia y personalidad, se basan mucho en mi propia interpretación del personaje. El mismo caso aplica para Doug el Diésel y Phil el Sucio.
—Los flashbacks mostrados en este capítulo son un complemento de lo que anteriormente se contó en el Capítulo 75, solamente que en aquel entonces fue narrado desde la perspectiva de Mabel y James, pero ahora toca mostrar lo ocurrido en el campamento desde la perspectiva de Annie. Si alguno no recuerda del todo aquello, le sugiero darle una leída rápida a dicho capítulo para poder comprenderlo mejor, pero tampoco es obligatorio.
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Spanish Moss, Lau B. || 01.29.24
@nosebleedclub January 2024 prompt #24: strangling plant.
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